Bertrand Russell:
Los Problemas de la Filosofía (1912) [Fragmento].
“Los animales domésticos
esperan su alimento cuando ven la persona que habitualmente se lo da. Sabemos
que todas estas expectativas, más bien burdas, de uniformidad, están sujetas a
error. El hombre que daba de comer todos los días al pollo, a la postre le
tuerce el cuello, demostrando con ello que hubiesen sido útiles al pollo
opiniones más afinadas sobre la uniformidad de la naturaleza. Pero, a pesar de
los errores de estas expectativas, no cabe duda de su existencia. El mero hecho
de que algo haya ocurrido un cierto número de veces produce en los animales y
en los hombres la esperanza de que ocurrirá de nuevo. Así, nuestro instinto nos
proporciona ciertamente la creencia de que el sol saldrá mañana, pero es
posible que no nos hallemos en mejor posición que el pollo, al cual, sin que lo
esperara, le han retorcido el cuello. Por consiguiente, debemos distinguir el
hecho de que las uniformidades pasadas sean causa en nosotros de esperanzas
para lo futuro, del problema de saber si hay algún fundamento razonable para
conferir un valor a estas esperanzas desde el momento en que se suscita el
problema de su validez. El problema que vamos a analizar aquí es el de si hay
alguna razón para creer en lo que se ha denominado «la uniformidad de la
naturaleza».
La creencia en la
uniformidad de la naturaleza es la creencia de que todo lo que ha ocurrido u
ocurrirá es un caso de alguna ley general que no tiene excepción alguna. Las
expectativas burdas que hemos considerado están todas sujetas a excepciones, y
expuestas por lo tanto a engañar al que las concibe. Pero la ciencia admite
habitualmente, por lo menos como hipótesis de trabajo, que las leyes generales
que tienen excepciones pueden ser reemplazadas por leyes generales que carecen
de ellas. «Los cuerpos abandonados en el aire, caen», es una ley general de la
cual son excepciones los proyectiles y los aeroplanos. Pero las leyes del
movimiento y la ley de la gravitación que dan cuenta del hecho de que muchos
cuerpos caen, dan cuenta también del hecho mediante el cual los proyectiles y
los aeroplanos pueden elevarse; así, las leyes del movimiento y la ley de la
gravitación no están sujetas a excepciones. La creencia de que el sol saldrá
mañana podría llegar a ser falsa si la Tierra entrara súbitamente en contacto
con un cuerpo grande que destruyera su rotación; pero las leyes del movimiento
y la ley de la gravitación no serían infringidas por este acontecimiento. El
objeto de la ciencia es hallar uniformidades, del mismo género que las leyes
del movimiento y de la gravitación, de tal modo, que por mucho que extendamos
nuestras experiencias, no sufran excepción. En esta investigación, la ciencia
ha tenido un éxito evidente y podemos conceder que sus uniformidades se han
mantenido hasta aquí. Pero con esto volvemos al problema primitivo: Suponiendo
que se han mantenido siempre en el pasado ¿tenemos alguna razón para suponer
que se mantendrán en el futuro? Se ha argüido que tenemos razón para esperar
que el futuro se parecerá al pasado, porque lo que era el futuro se ha
convertido constantemente en el pasado y se ha parecido siempre al pasado, de
tal modo, que en realidad tenemos la experiencia del futuro, es decir, del
tiempo que era anteriormente el futuro y que podemos denominar futuro pasado.
Pero este argumento encierra realmente una petición de principio. Tenemos la
experiencia de futuros pasados, pero no de futuros futuros, y el problema es
éste: ¿los futuros futuros se asemejarán a los futuros pasados? No se puede
responder a esta pregunta con argumentos que se apoyen sólo en los futuros
pasados. Por tanto, nos es preciso buscar algún principio que nos permita saber
que el futuro seguirá las mismas leyes que el pasado.
La referencia al futuro
no es esencial a este problema. La misma cuestión se suscita cuando aplicamos
las leyes vigentes en nuestra experiencia a objetos pasados de los cuales no
tenemos la experiencia, como, por ejemplo, en geología o en las teorías sobre
el origen del sistema solar. El problema que realmente nos hemos de plantear es
el siguiente: Cuando dos cosas se han hallado frecuentemente asociadas y no
conocemos ejemplo alguno en el cual haya ocurrido la una sin la otra, el hecho
de que ocurra una de ellas ¿no da, en un caso nuevo, un fundamento suficiente
para esperar la otra? De nuestra respuesta a esta pregunta dependerá la validez
de todas nuestras esperanzas relativas al futuro, de todos los resultados
obtenidos por la inducción y desde el punto de vista práctico, de todas las
creencias en que se funda nuestra vida cotidiana.
Debemos conceder, por lo
pronto, que el hecho de que dos cosas se hayan hallado con frecuencia unidas y
jamás separadas, no basta por sí mismo para probar de un modo demostrativo que
se hallarán también unidas en el próximo caso. Lo más que podemos esperar es
que cuanta mayor sea la frecuencia con que se hayan hallado unidas, más
probable será que se hallen unidas en otra ocasión, y que si se han hallado
unidas con frecuencia suficiente, la probabilidad llegará casi a la certeza.
Tal aserto no puede alcanzar nunca la certeza completa porque sabemos que, a
pesar de la frecuencia de las repeticiones, ocurre a veces una decepción final,
como en el caso del pollo al cual le tuercen el cuello. La probabilidad es todo
lo que podemos pretender.”
(B. Russell, Los Problemas de la Filosofía).
Pregunta:
Explica por qué el razonamiento inductivo no permite alcanzar conclusiones con
certeza. ¿Cuál es, según Russell, la relación entre probabilidad e inducción?
(Máximo 500 palabras/una cara en times new roman 12)
Comentario de texto de B Russell
En
este escrito, Russell hace referencia a los límites de la ciencia. Para ello
recurre a una historia inventada con tintes de humor negro: un pollo, que es
alimentado diariamente por su dueño, descubre que no existe regularidad en el
universo cuando, en víspera de la Navidad, el dueño le visita para torcerle el
cuello.
La
investigación científica involucra razonamiento/inferencias de los que se
derivan conclusiones a partir de la evidencia disponible. Un razonamiento puede
definirse como un proceso por el que un sujeto pasa de unas creencias a otras,
con el fin de adoptar creencias correctas o justificadas. Es una transición
entre dos estados mentales que puede involucrar deseos o intenciones, además de
creencias.
Una
forma de razonamiento es la inducción, que parte de premisas particulares
(creencias de partida) para llegar a conclusiones generales (creencias de
llegada), es decir, establece generalizaciones a partir de observaciones de
casos concretos. Se puede decir también que la inducción es necesaria para
aprender a partir de la experiencia.
Pero
la inferencia inductiva tiene un problema: no garantiza que sus conclusiones
sean verdaderas, incluso si todas sus premisas lo son. Aunque una
generalización universal empírica se muestre acorde con numerosos casos
particulares observados (en la historia de Russell la visita diaria del
granjero para alimentar al pollo), siempre existe la posibilidad de que
aparezca un contraejemplo, un nuevo caso que invalide la generalización (en la
víspera de Navidad el granjero le tuerce el cuello).
Aquí
Russell sigue la teoría de Hume según la cual no está garantizada la existencia
de uniformidad/regularidad entre los casos particulares observados y otros
casos semejantes todavía no observados. También conecta con el falsacionismo de
Popper, según el cual una hipótesis general empírica no puede ser confirmada
definitivamente a partir de observaciones particulares. Las observaciones solo
permiten refutar hipótesis generales.
Según
estas consideraciones, se puede concluir que la evidencia empírica disponible
es en muchos casos parcial o limitada y no elimina completamente la
incertidumbre sobre el fenómeno investigado.
No
obstante, existen métodos para controlar, acotar o delimitar, de manera
rigurosa, la incertidumbre de los resultados científicos. Así, la incertidumbre
de un evento puede representarse en términos de probabilidad. La probabilidad
que un sujeto asigna a un evento indica su grado de confianza acerca de si
dicho evento tendrá lugar. Existen técnicas matemáticas para operar de manera
precisa con asignaciones de probabilidad (teoría de la probabilidad), de tal
manera que los resultados científicos se presentan frecuentemente de manera
probabilística.
La
necesidad de acudir a teorías científicas de naturaleza probabilística se dará
independientemente de si el mundo está gobernado por leyes deterministas o si,
por el contrario, la realidad es azarosa: nos veremos obligados a apelar a
probabilidades en aquellas investigaciones que se realicen en condiciones de
incertidumbre y con evidencia incompleta y limitada.
Aunque
una predicción probabilística no elimine completamente la incertidumbre, puede
proporcionar una guía útil para la toma de decisiones (en política, economía,
medicina, ingeniería…).