martes, 26 de diciembre de 2023

Introducción al pensamiento científico. Comentario texto II

Bertrand Russell: Los Problemas de la Filosofía (1912) [Fragmento].

 

“Los animales domésticos esperan su alimento cuando ven la persona que habitualmente se lo da. Sabemos que todas estas expectativas, más bien burdas, de uniformidad, están sujetas a error. El hombre que daba de comer todos los días al pollo, a la postre le tuerce el cuello, demostrando con ello que hubiesen sido útiles al pollo opiniones más afinadas sobre la uniformidad de la naturaleza. Pero, a pesar de los errores de estas expectativas, no cabe duda de su existencia. El mero hecho de que algo haya ocurrido un cierto número de veces produce en los animales y en los hombres la esperanza de que ocurrirá de nuevo. Así, nuestro instinto nos proporciona ciertamente la creencia de que el sol saldrá mañana, pero es posible que no nos hallemos en mejor posición que el pollo, al cual, sin que lo esperara, le han retorcido el cuello. Por consiguiente, debemos distinguir el hecho de que las uniformidades pasadas sean causa en nosotros de esperanzas para lo futuro, del problema de saber si hay algún fundamento razonable para conferir un valor a estas esperanzas desde el momento en que se suscita el problema de su validez. El problema que vamos a analizar aquí es el de si hay alguna razón para creer en lo que se ha denominado «la uniformidad de la naturaleza».

La creencia en la uniformidad de la naturaleza es la creencia de que todo lo que ha ocurrido u ocurrirá es un caso de alguna ley general que no tiene excepción alguna. Las expectativas burdas que hemos considerado están todas sujetas a excepciones, y expuestas por lo tanto a engañar al que las concibe. Pero la ciencia admite habitualmente, por lo menos como hipótesis de trabajo, que las leyes generales que tienen excepciones pueden ser reemplazadas por leyes generales que carecen de ellas. «Los cuerpos abandonados en el aire, caen», es una ley general de la cual son excepciones los proyectiles y los aeroplanos. Pero las leyes del movimiento y la ley de la gravitación que dan cuenta del hecho de que muchos cuerpos caen, dan cuenta también del hecho mediante el cual los proyectiles y los aeroplanos pueden elevarse; así, las leyes del movimiento y la ley de la gravitación no están sujetas a excepciones. La creencia de que el sol saldrá mañana podría llegar a ser falsa si la Tierra entrara súbitamente en contacto con un cuerpo grande que destruyera su rotación; pero las leyes del movimiento y la ley de la gravitación no serían infringidas por este acontecimiento. El objeto de la ciencia es hallar uniformidades, del mismo género que las leyes del movimiento y de la gravitación, de tal modo, que por mucho que extendamos nuestras experiencias, no sufran excepción. En esta investigación, la ciencia ha tenido un éxito evidente y podemos conceder que sus uniformidades se han mantenido hasta aquí. Pero con esto volvemos al problema primitivo: Suponiendo que se han mantenido siempre en el pasado ¿tenemos alguna razón para suponer que se mantendrán en el futuro? Se ha argüido que tenemos razón para esperar que el futuro se parecerá al pasado, porque lo que era el futuro se ha convertido constantemente en el pasado y se ha parecido siempre al pasado, de tal modo, que en realidad tenemos la experiencia del futuro, es decir, del tiempo que era anteriormente el futuro y que podemos denominar futuro pasado. Pero este argumento encierra realmente una petición de principio. Tenemos la experiencia de futuros pasados, pero no de futuros futuros, y el problema es éste: ¿los futuros futuros se asemejarán a los futuros pasados? No se puede responder a esta pregunta con argumentos que se apoyen sólo en los futuros pasados. Por tanto, nos es preciso buscar algún principio que nos permita saber que el futuro seguirá las mismas leyes que el pasado.

La referencia al futuro no es esencial a este problema. La misma cuestión se suscita cuando aplicamos las leyes vigentes en nuestra experiencia a objetos pasados de los cuales no tenemos la experiencia, como, por ejemplo, en geología o en las teorías sobre el origen del sistema solar. El problema que realmente nos hemos de plantear es el siguiente: Cuando dos cosas se han hallado frecuentemente asociadas y no conocemos ejemplo alguno en el cual haya ocurrido la una sin la otra, el hecho de que ocurra una de ellas ¿no da, en un caso nuevo, un fundamento suficiente para esperar la otra? De nuestra respuesta a esta pregunta dependerá la validez de todas nuestras esperanzas relativas al futuro, de todos los resultados obtenidos por la inducción y desde el punto de vista práctico, de todas las creencias en que se funda nuestra vida cotidiana.

Debemos conceder, por lo pronto, que el hecho de que dos cosas se hayan hallado con frecuencia unidas y jamás separadas, no basta por sí mismo para probar de un modo demostrativo que se hallarán también unidas en el próximo caso. Lo más que podemos esperar es que cuanta mayor sea la frecuencia con que se hayan hallado unidas, más probable será que se hallen unidas en otra ocasión, y que si se han hallado unidas con frecuencia suficiente, la probabilidad llegará casi a la certeza. Tal aserto no puede alcanzar nunca la certeza completa porque sabemos que, a pesar de la frecuencia de las repeticiones, ocurre a veces una decepción final, como en el caso del pollo al cual le tuercen el cuello. La probabilidad es todo lo que podemos pretender.”

(B. Russell, Los Problemas de la Filosofía).

Pregunta: Explica por qué el razonamiento inductivo no permite alcanzar conclusiones con certeza. ¿Cuál es, según Russell, la relación entre probabilidad e inducción?

(Máximo 500 palabras/una cara en times new roman 12)

 

Comentario de texto de B Russell

En este escrito, Russell hace referencia a los límites de la ciencia. Para ello recurre a una historia inventada con tintes de humor negro: un pollo, que es alimentado diariamente por su dueño, descubre que no existe regularidad en el universo cuando, en víspera de la Navidad, el dueño le visita para torcerle el cuello.

La investigación científica involucra razonamiento/inferencias de los que se derivan conclusiones a partir de la evidencia disponible. Un razonamiento puede definirse como un proceso por el que un sujeto pasa de unas creencias a otras, con el fin de adoptar creencias correctas o justificadas. Es una transición entre dos estados mentales que puede involucrar deseos o intenciones, además de creencias.

Una forma de razonamiento es la inducción, que parte de premisas particulares (creencias de partida) para llegar a conclusiones generales (creencias de llegada), es decir, establece generalizaciones a partir de observaciones de casos concretos. Se puede decir también que la inducción es necesaria para aprender a partir de la experiencia.

Pero la inferencia inductiva tiene un problema: no garantiza que sus conclusiones sean verdaderas, incluso si todas sus premisas lo son. Aunque una generalización universal empírica se muestre acorde con numerosos casos particulares observados (en la historia de Russell la visita diaria del granjero para alimentar al pollo), siempre existe la posibilidad de que aparezca un contraejemplo, un nuevo caso que invalide la generalización (en la víspera de Navidad el granjero le tuerce el cuello).

Aquí Russell sigue la teoría de Hume según la cual no está garantizada la existencia de uniformidad/regularidad entre los casos particulares observados y otros casos semejantes todavía no observados. También conecta con el falsacionismo de Popper, según el cual una hipótesis general empírica no puede ser confirmada definitivamente a partir de observaciones particulares. Las observaciones solo permiten refutar hipótesis generales.

Según estas consideraciones, se puede concluir que la evidencia empírica disponible es en muchos casos parcial o limitada y no elimina completamente la incertidumbre sobre el fenómeno investigado.

No obstante, existen métodos para controlar, acotar o delimitar, de manera rigurosa, la incertidumbre de los resultados científicos. Así, la incertidumbre de un evento puede representarse en términos de probabilidad. La probabilidad que un sujeto asigna a un evento indica su grado de confianza acerca de si dicho evento tendrá lugar. Existen técnicas matemáticas para operar de manera precisa con asignaciones de probabilidad (teoría de la probabilidad), de tal manera que los resultados científicos se presentan frecuentemente de manera probabilística.

La necesidad de acudir a teorías científicas de naturaleza probabilística se dará independientemente de si el mundo está gobernado por leyes deterministas o si, por el contrario, la realidad es azarosa: nos veremos obligados a apelar a probabilidades en aquellas investigaciones que se realicen en condiciones de incertidumbre y con evidencia incompleta y limitada.

Aunque una predicción probabilística no elimine completamente la incertidumbre, puede proporcionar una guía útil para la toma de decisiones (en política, economía, medicina, ingeniería…).


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