martes, 4 de octubre de 2022

El sentido de la vida


Concepto y método de la Metafísica

El estudio de la Metafísica abarca una Ontología (teoría de las categorías, teoría del ser en cuanto a ser) y una Teodicea (teoría del mal y del sentido), así como la metodología a emplear en la época postmoderna; se trata de una imbricación plural de algunos de los métodos clásicos, hermenéuticos, dialéctico y estructural principalmente. Incluye también el estudio de los cinco tópicos metafísicos esenciales: realidad, razón, praxis, mal y sentido.

El sentido de la vida

La cuestión del sentido de la vida tiene su primer planteamiento en relación con la propia vida individual. La pregunta por el origen y el fin de la vida, su significado, su justificación es una cuestión no solo teórica sino práctica que afecta a todos los seres humanos.

Pero esta pregunta solo se da en épocas de crisis, como la actual, en que la pérdida de las grandes cosmovisiones, tanto burguesas como socialistas, nos ha llevado a la abigarrada situación conocida como postmodernismo, en que las tablas de valores se han multiplicado y banalizado hasta disolverse.

En las sociedades tradicionales y en los momentos de tranquila evolución histórica, la vida encuentra su sentido en las actividades cotidianas, regidas por los valores de la comunidad, la clase o el estatus al que el individuo pertenece.

La vida cotidiana se rige por una serie de valores como el pragmatismo, la imitación, la analogía, la hipergeneralización, etc., que dan lugar a un entorno seguro en el que el sentido de nuestra actuación es claro. Pero la vida cotidiana no puede por sí solo dar respuesta a la exigencia de un sentido para la vida.

Heidegger en ‘Ser y el tiempo’ analiza el mundo de la vida cotidiana como el mundo de lo impersonal, del “uno”, en el que permanece el Dasein en tanto que “ser en el mundo” y “ser con”.

El “ser ahí”, en tanto que ser en el mundo público se relaciona con los demás a través de las habladurías (cháchara), la avidez de novedades y la ambigüedad. Esto último es básico en la cotidianidad y hace que aquello que parece claro y comprendido no lo esté realmente. Para Heidegger la vida cotidiana es inauténtica, sin sentido.

El sentido de la vida en el existencialismo

Este sin sentido de la vida será explotado por el existencialismo francés, tanto por Sartre como por Camus. Para este último la escisión radical entre el hombre y el mundo es la clave del absurdo y del sin sentido, pero esta escisión solo es intuida en la vida cotidiana que nos mantiene adormecidos en tanto que no pongamos en duda sus valores.

Tenemos aquí otra vez la ambigüedad esencial de la vida cotidiana; parece dar sentido e impide que uno se pregunte por el sentido en sí. Esta pregunta se plantea solo en los momentos en que las metas propias de la vida cotidiana no se consiguen.

La Escuela de Budapest

Para Lukács y sus discípulos de la Escuela de Budapest es posible llevar una vida con sentido si se es capaz de conectar con las objetivaciones fundamentales de la vida humana: la ciencia, el arte, la filosofía y la esfera de la vida política. Mediante esta ascensión la vida cotidiana deja de ser particular para hacerse universal y de esta manera llegar a convertirse en auténtica.

Es posible convertir la vida cotidiana en vida propia, en una vida para nosotros, que nos proporcione la felicidad y que sea una vida sensata, orientada a la transformación del mundo y de nosotros mismos en dirección a un perfeccionamiento continuo de nuestra personalidad.

Lo sacro como elemento productor de sentido

La respuesta al sentido de la vida se buscó preferentemente en la religión. El ser humano, al constatar la finitud de las metas humanas buscó el fin de su vida más allá de las estrellas.

Los mitos han servido como orientación y ordenación de un mundo que se presenta como un caos. Al dividir la realidad en lo sagrado y lo profano se produce la primera gran partición orientadora de la vida humana. Lo profano, el ámbito de lo cotidiano tiene un sentido porque es la repetición, el producto de lo sagrado.

La donación de sentido religioso adquiere su máximo desarrollo con el judaísmo, el cristianismo y el islamismo, en los que un Dios personal aparece como el garante de sentido de la vida humana, hecha por Dios a imagen y semejanza suya.

La religión como ámbito del sentido en Horkheimer

Desde el punto de vista no creyente se puede recuperar la religión como ámbito de donación de sentido. Así lo hace Horkheimer que afirma que la noción de bondad no se puede separar del teísmo, si no se quiere caer en el positivismo.

Dios es el último garante de la verdad, la bondad y la belleza y, al morir  éste, quedamos huérfanos en un mundo en el que ya no hay jerarquías valorativas, pero ahora somos libres para crear nuestros propios valores.

Horkheimer concibe una teología negativa como nostalgia de lo “radicalmente otro”, que no puede justificarse racionalmente y que posiblemente no exista, pero que es necesario para dar sentido a este mundo y poder fundamentar una ética.

La respuesta ético-política al problema del sentido de la vida

Hay una respuesta ético-política al problema del sentido de la vida, de una ética humana en la que no falta el anhelo de una justicia perfecta. Esta respuesta ética tiene dos modalidades: la heroico-aristocrática y la democrático-comunitaria.

La primera es una estilización de la “arete” griega, acompañada de estoicismo y epicureísmo y ha tenido sus modelos en el hombre del Renacimiento, Goethe, Lukács, Ortega, etc.

La clave de esta ética es la construcción por parte del individuo de una personalidad que desarrolla al máximo sus posibilidades físicas, intelectuales y anímicas. Es una moral aristocrática de autoexigencia y autocontrol.

Nietzsche defendió en ciertos momentos de su vida una moral de este tipo, denominada moral del superviviente.

Esta ética, si aspira a generalizarse e incluye entre sus valores la lucha por su extensión a todos los hombres, se convierte en la ética democrático-comunitaria.

Esta ética fue el ideal de Spinoza que concibe la gloria como la construcción de una comunidad de hombres sabios, libres e iguales, unidos entre sí y con la naturaleza mediante el “amor intellectualis Dei” o amor a la totalidad del Universo. Es la única manera de buscar un sentido a la vida que no lo tiene por sí misma, sino que debe ser dotado de sentido por la actuación libre de los seres humanos en su lucha conjunta por la liberación y la felicidad. (Es la filosofía del “como si” de Heller).

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