La
modernidad como proceso de escisión de la totalidad
La
cuestión del sentido está relacionada con la cuestión de la identidad. Pero la
afirmación de la identidad es cada vez más difícil en nuestras sociedades. Como
Weber supo ver, la modernidad supuso la desarticulación de la cultura en
esferas escindidas entre sí.
En
épocas premodernas las cosmovisiones aseguraban la unión entre las diversas
esferas del conocer y del actuar; pero la modernidad industrial y capitalista
ha provocado la separación de un ámbito económico, un ámbito político y un
ámbito ideológico; dio lugar al surgimiento de una economía aislada, de un
derecho formalizado y un Estado burocrático. La sociedad moderna es el ámbito
en el que se generaliza una moral de tipo universalista y una estructura
individualizadora del yo.
Como
dice Habermas, actualmente está superada la posibilidad de desarrollar una
identidad basada en una civilización concreta, centrada en torno a un Estado, y
por ello se plantea la cuestión de desarrollar una nueva identidad que sea
posible en sociedades complejas y compatible con estructuras de un yo
universalista. En las sociedades modernas se da la posibilidad de llegar a un
nivel postconvencional de la conciencia, caracterizado por una orientación
jurídico-contractual y una orientación por principios éticos universales,
posteriormente. Estos principios universales son: la justicia, la igualdad, la
reciprocidad y el respeto por la dignidad de los seres humanos como personas
individuales.
La
filosofía y la política como posibles puntos de apoyo de la identidad
Este
desarrollo de una estructura universalista de valores debe enfrentarse a una
triple escisión del individuo moderno: frente a la naturaleza exterior, a la
sociedad y a su naturaleza interior.
Ante
esta escisión del individuo moderno Hegel propuso la filosofía como medio de
unificar lo escindido. Pero la capacidad integradora de la filosofía como
sustituto de la religión unificadora parece hoy bastante problemática. Aparte
de la filosofía y la religión, el partido político y el Estado tampoco son
capaces de proporcionar ese sentido.
Crisis
de legitimación y motivación en la postmodernidad
Esta
incapacidad para producir una identidad colectiva se constata en la actual
crisis de la legitimación y de motivación.
La
crisis de legitimación, además de estar basada en la desigualdad existente en
nuestras sociedades de clases, está también relacionada con la imposibilidad de
producir administrativamente el sentido. Solo la tradición cultural, sometida a
una interpretación crítica continuamente renovada, es capaz de dar sentido y el
sistema capitalista, que desarrolló una tecnología y una economía muy eficaces,
tiene unos sistemas de valores que son los mismos de las sociedades
preindustriales, ya que no fue capaz de sustituir la religión, produciendo
desajustes entre una economía avanzada y una estructura ideológica arcaica.
Privatismo
y despolitización
A
la crisis de la legitimación se une la crisis de motivación que produce un
privatismo y una esfera pública despolitizda, productos de una actitud cínica
ante un sistema de representación política en el que ya no se cree. La crisis
de motivación se produce porque las sociedades capitalistas son incapaces de
desarrollar una ideología capaz de cumplir las funciones integradoras que
antaño ejercían las religiones y los mitos.
La
crisis de motivación y legitimación del capitalismo solo podrá superarse, según
Habermas, mediante una reestructuración de dichas sociedades en clara ruptura
con su base capitalista o mediante el rechazo de la necesidad de legitimación
del sistema.
La
solución de Luhmann
Esta
es la solución de Luhmann, para el cual la sociedad actual ha dejado de ser estratificada
para definirse mediante la funcionalidad de los distintos subsistemas en un
sistema global. Al ideal democrático de gobierno y autodecisión, generador de
identidad y sentido, se opone una concepción autoritaria del poder, que acepta
la democracia solo como una ficción y recupera de Carl Schmitt la noción de
soberanía como la capacidad de decidir en el instante del peligro, de manera
que se seleccione entre las distintas posibilidades y se reduzca así la
complejidad.
Conclusión
Como
conclusión, podemos decir que el sujeto es algo a construir y con él la
identidad y el sentido. Se nos abre la posibilidad de una experimentación
lúcida que, jugando con las pulsiones, dé lugar a la construcción paulatina de
una identidad que será fragmentaria, pero que podría desplazarse desde las
pasiones negativas hasta las positivas, de la tristeza a la alegría, de la
impotencia al poder y a la libertad (Spinoza), una identidad que despliegue sus
polos revolucionarios y controle sus polos fascistas y destructivos.
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