Pregunta 1. ¿Qué entiende Marquard por “historia universal”?
En
una conferencia que dio Marquard en la Universidad de Jena, hace una serie de
reflexiones sobre el concepto de historia universal. Toma como punto de partida
otra conferencia que pronunció Schiller, en esa misma Universidad, con el
título “¿Qué significa y con qué finalidad se estudia historia universal?”
A
partir de esta pregunta Marquard se plantea otra: “¿Fin de la historia
universal? Desarrolla esta cuestión en cinco secciones:
1-
Comienzo de la historia universal
2-
Decepción de la esperanza de inmediata emancipación
3-
Salvación de lo humano por el arte y la naturaleza
4-
¿Fin de la historia universal?
5-
Observaciones sobre la cátedra de Schiller
1- Comienzo
de la historia universal
Schiller
dio su primera conferencia en Jena en 1788, meses antes de la Revolución
francesa. Su tesis fue la siguiente: La historia universal no es un tema para
eruditos, sino para filósofos que, a partir de los hechos históricos, deducen
la forma actual del mundo y el estado de la generación que hoy vive. Es decir,
definen la historia desde su referencia al presente y a la finalidad futura.
Así, introducen una meta racional en el curso del mundo y un principio
teleológico en la historia del mundo.
Schiller
dio así la definición de la historia universal, que es universal porque unifica
todas las historias en una única historia universal del progreso y la
perfección de la humanidad.
En
la antigüedad el credo ontológico era la inmutabilidad y la unidad. En la
modernidad cambia la inmutabilidad a mutabilidad, pero se mantiene la unidad,
mediante la singularización de las diversas historias en la historia única con
una solo finalidad para todos los seres humanos.
De
las muchas historias surge, gracias a la mirada universalizadora de la
filosofía de la historia y de las mentes filosóficas que trabajan en ella, la
historia única y unitaria para todos los seres humanos: la historia universal.
Schiller
afirmó este concepto de la historia universal en esa conferencia inaugural.
Este es el origen de la historia universal. ¿Cómo continúa? De ello se habla en
la sección siguiente.
2-
Decepción de la esperanza de inmediata emancipación
La
historia universal, impulsada por Schiller, fue continuada por la filosofía de
la historia del idealismo alemán, desde Fichte hasta Marx. A ella pertenecen
las tres siguientes propiedades:
a)
La secularización: el concepto de la historia de la salvación que culmina en la
salvación trascendente procedente de la profecía bíblica, se convierte, gracias
al concepto de la historia universal que es propio de la filosofía de la
historia, en una historia de salvación que culmina en una salvación inmanente:
como historia del progreso y emancipación cuyo fin debe ser el logro de la
libertad, el buen fin de la historia universal.
b)
La tribunalización: se puede entender la filosofía de la historia como un
agregado de la teodicea, porque en ambas filosofías se trata de un proceso: en
la teodicea de un proceso contra Dios porque el mundo no es bueno, y en la
filosofía de la historia de un proceso del ser humano contra el ser humano
mismo. El ser humano reemplaza a Dios para descargarlo de las acusaciones
contra Él. La historia del mundo es el juicio del mundo (Schiller)-
De
este tribunal se libera uno al serlo: esa huida hacia adelante del ser acusado,
finalmente llamada dialéctica, parece ser la ley del movimiento de la historia
que alcanza su finalidad cuando todos los seres humanos llegan a ser
acusadores. Entonces se completa la emancipación con el buen fin de la historia
universal.
c)
La revolución: la filosofía de la historia exige la realización de la historia
universal mediante la praxis: así se convierte en filosofía la revolución. Este
es el camino más rápido para alcanzar la emancipación: la revolución lleva la
historia universal desde la cabeza de los filósofos de la historia hasta la
realidad; y la Revolución francesa es el modelo de todas las revoluciones
inspiradas en la filosofía de la historia. Esta despierta la expectativa de que
la historia universal alcanzará enseguida su buen final: la salvación
inmanente.
Sin
embargo, esta expectativa no se vio confirmada por la realidad, que no fue
buena sino mala, al menos desde el terror jacobino. Entonces la libertad
aparece como dictadura (fiat utopia et pereat mundus).
Esta
experiencia separa a aquellos filósofos de la historia que ven la revolución
como esperanza y los que la ven como decepción.
Entre
estos últimos está Hegel, quien criticó como terror la Revolución francesa,
pero la alabó para eliminarla del presente y tenerla tras de sí. Marx la alabó
como un paso más en el desarrollo, pero la criticó para eliminarla del presente
y tenerla todavía ante él. Entre ellos estaba Schiller que confiesa que la
Revolución le robó la esperanza de muchos siglos. Entonces ¿qué hacer?
2- ¿Salvación
de lo humano en el arte y la naturaleza?
Poco
después de la Revolución francesa y de la verificación del sangriento final de
la historia universal, Schiller propone que la oportunidad de la humanidad no
está en la revolución histórica, sino en el arte y la naturaleza.
a)
El arte, porque, como dice Schiller, a través de la belleza se llega a la
libertad. b) La naturaleza. Cuando la historia pierde a la humanidad en el
terror revolucionario, la no historia, la naturaleza, se convierte en refugio
de la humanidad. Este giro hacia la naturaleza se radicaliza a partir de Schelling
y la filosofía romántica.
Pero
intentar salvar a la humanidad por la naturaleza tiene el peligro de irse al
extremo y salirse de la historia. De ahí que el giro hacia la naturaleza, como
en el arte, puede convertirse en una ilusión peligrosa.
3- ¿Fin
de la historia universal?
“Mi
opinión es que contra la historia solo ayuda la historia”, dice Marquard. Pero,
¿qué significa esto?
Un
ser humano debe poder tener muchas historias. Por ello no solo hay que cambiar
el paradigma de la inmutabilidad, sino también el de la unidad. Esto significa
que la historia debe ser pluralizada: de una historia deben surgir muchas
historias.
Pero
esto no significa el final de la historia universal, sino que es una historia
entre otras. Por ejemplo, la proclamación de los derechos humanos, que son de
todos. Esto significa que todos pueden ser diferentes sin temor. La historia
universal solo es humana como posibilidad del pluralismo de historias.
5-
Observaciones sobre la cátedra de Schiller
A
modo de conclusión, se puede decir que un filósofo sistemático no está en
disposición de poder realizar un trabajo de precisión sobre historia de
filosofía. De ahí la necesidad de que en la universidad de Jena se siga
manteniendo la cátedra cuyo ámbito de estudio sea el idealismo alemán. La
historia universal era entonces una idea primariamente filosófica. No puede
ponerse en duda que lo que enseñaba Schiller era filosofía del idealismo alemán
y, por tanto, historia de la filosofía.
Pregunta
2. ¿Qué significado tiene para Lyotard el de la postmodernidad como
“reescritura de la modernidad” y qué entiende por el carácter “pagano de la
sociedad postmoderna?
La
postmodernidad se presenta como un nuevo periodo histórico que implica una
ruptura radical respecto a la modernidad. Sin embargo, a lo largo del debate
modernidad/postmodernidad muchos autores se posicionaron en contra de dicha
ruptura. Tal es el caso de Habermas que defiende el proyecto ilustrado moderno
como un proyecto inacabado.
Incluso
algunos pensadores postmodernos han ido moderando su posición inicial
rupturista para admitir un cierto “continuum” entre modernidad y
postmodernidad. Tal es el caso de Lyotard y Vattimo.
El
primero llega a calificar a la postmodernidad como una reescritura de ciertas
características de la modernidad como la finalidad general de la emancipación
humana. Incluso, en lo que se refiere a la cuestión del sujeto, hay quien ve, en
su proliferación de juegos de lenguaje en permanente lucha por dar voz a las
ideas que han sido excluidas del universo del lenguaje, una referencia a un
sujeto de resistencia. Algo que dio pie a que algunos intérpretes vean en
Lyotard a un potencial aliado político del proyecto democrático moderno.
Respecto
al segundo tema de la pregunta, qué entiende Lyotard por el carácter “pagano”
de la sociedad postmoderna, se puede decir lo siguiente:
Lyotard,
al que se le atribuye el término de postmodernidad, pone en cuestión la
autoridad de que gozaron los grandes relatos, por cuanto considera que no se
pueden cumplir. Con ello señala el fin de cuantos relatos liberadores
conformaron el panorama sociocultural y político de la modernidad, todos los cuales
remitían a un futuro que había de producirse: el relato del conocimiento y del
principio de la igualdad ante la ley; el relato especulativo de la realización
del Espíritu (o de la Idea o la Razón) en el idealismo alemán; el relato de
emancipación de la pobreza sostenido por la economía política clásica con su
énfasis en la riqueza; y, sobre todo, el marxismo y su relato de emancipación
de la explotación y de la alienación a través de la revolución del
proletariado.
Para
Lyotard todos estos relatos habían perdido credibilidad, carecían de sentido en
una sociedad postmoderna. En su lugar se abre paso una pluralidad de “juegos de
lenguaje”, heterogéneos e inconmesurables, de pequeños relatos, que no
pretenden tener respuesta a todos los problemas de la sociedad, sino que
expresan tan solo conocimientos parciales, costumbres y usos locales a las
comunidades donde se dan.
Precisamente en esa irreducible pluralidad de
“juegos de lenguaje” cifrará Lyotard ahora -haciendo suya una perspectiva
neowittgensteiniana- la característica más definitoria de la actual condición
postmoderna. Pues en ella reside lo que denomina el carácter “pagano” de la
sociedad postmoderna, entendiendo por tal la falta de un metadiscurso en cuyos
términos el universo de los heterogéneos “juegos de lenguaje” pueda ser
unificado, ordenado y jerarquizado.
Es
más, cualquier tentativa de unificar artificialmente la sociedad de acuerdo con
una gran teoría social como la representada por la teoría del consenso de
Habermas, le parece a nuestro autor rechazable y reprobable.
Rechazable
porque la esperanza de alcanzar tal consenso se asienta en la creencia
ilustrada de humanidad que, como sujeto colectivo, trata de alcanzar le
emancipación común a través de una reestructura de normas que rijan todas las
formas de interacción. Pero para Lyotard no existen tales reglas universales ya
que los juegos de lenguaje se encuentran separados por un abismo infranqueable.
Reprobable
porque cualquier intento de traducir esa diversidad de juegos de lenguaje y de
formas de vida a un juego común se revela como un nuevo totalitarismo. Para
Lyotard el precio a pagar por la nostalgia de una teoría totalizadora es el
terror. Auschwitz simboliza para él la experiencia del mal racionalmente
organizado y, en este sentido, la negación de la condición emancipadora que se
arrogó para sí el Siglo de las Luces. Los ideales de la modernidad -la razón,
el progreso, la libertad, la democracia y los derechos humanos- habrían sido
incinerados en Auschwitz junto con los cuerpos de las víctimas.
Esta
férrea identificación establecida por nuestro autor entre “razón totalizadora”
y “terror totalitario” ha llevado a uno de sus críticos, Terry Eagleton, a
afirmar:
“Para
Lyotard, la modernidad parecería nada más que un cuento de la razón terrorista,
y el nazismo, poco más que el límite letal de un pensamiento totalizante. Esta
farsa temeraria ignora que los campos de concentración fueron, entre otras
cosas, la secuela de un irracionalismo bárbaro, que, como algunos aspectos del
propio posmodernismo, menospreciaba la historia, se negaba a la argumentación,
estetizaba la política y lo apostaba todo al carisma de aquellos que contaban
las historias”.
Examen
de filosofía de la historia
Uned,
Gijón. 8/9/2022
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