Se
puede encontrar el sentido de la vida insertando la propia vida en el fluir de
la historia. De esta manera el sentido de la vida individual es otorgado por el
sentido de la historia.
La
noción de sentido histórico es una noción lineal del tiempo, frente a la noción
circular del tiempo propio de las culturas primitivas (agrícolas). La noción
del tiempo cíclico se asocia con la tradición clásica griega y la noción de
tiempo lineal, histórico, con la tradición judeo-cristiana.
La
consideración de la historia como el escenario de la lucha entre las potencias
del bien y del mal, con el triunfo final de las primeras, es una visión que se
ha conservado ampliamente arraigado en la mayoría de las tradiciones emancipatorias
religiosas o políticas. El judaísmo y el cristianismo ponen en escena el drama
de la Creación, cuyos momentos fundamentales son la Caída, la Redención y el
Juicio Final.
Esperanza
y utopía
La
filosofía de la historia de corte cristiano está centrada en la noción de
esperanza. Esta esperanza en la restauración del sentido es considerada algo
utópico cuando no se comparte la confianza del creyente.
La
utopía nació en el seno del cristianismo liberal, humanista y erasmista y
pretende instaurar el reino de Dios en la tierra y no esperar al juicio final.
La
utopía surge cuando se pretende adecuar las estructuras sociales terrenas a los
anhelos de libertad y justicia, que las religiones, especialmente la cristiana
y luego la tradición ilustrada han hecho suyas. El bien y el sentido es algo a
crear y en ese sentido es algo que no es teológico ni natural. Es un proyecto
social en el que no haya miseria, ni sufrimiento, ni maldad o al menos en el
que se hayan eliminado las causas sociales y económicas que impiden la
felicidad de los humanos.
Dado
que la felicidad es algo individual, que tiene que conseguir cada uno por su
cuenta según sus aspiraciones y pretensiones particulares, a lo más que se
puede llegar es a construir una sociedad que posibilite esto al eliminar las
diferencias no queridas y estimular las diferencias libremente asumidas por los
seres humanos.
Pero
hasta este proyecto mínimo, que Marcuse consideraba ya posible, dado el nivel
tecnológico y científico de nuestra época, se nos muestra como utópico. Habermas
reprochó a Marcuse su utopía tecnológica y antropológica como imposible, dada
la situación actual de la distribución de la riqueza y el poder y la
colonización que dichos poderes llevan a cabo, tanto sobre la naturaleza
exterior como sobre la naturaleza interior del ser humano (colonización del
mundo de la vida).
La
filosofía de la historia no puede justificar el sentido de la vida humana
El
sentido de la vida, difícilmente fundamentable en la cotidianidad, se abre a la
historia si no quiere caer en la fundamentación religiosa, pero la filosofía de
la historia jamás podrá justificar completamente el sentido de la vida humana
que, en última instancia, es individual. La vida ética y política, que busca su
sentido, solo lo encuentra en sí misma. No es posible traspasar la
responsabilidad por la propia vida a instancias supraindividuales, como el
Estado, la clase o la historia.
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