Que España está inmersa en un
proceso involutivo acelerado resulta evidente. Desde la perspectiva histórica
que da el tiempo podemos comprobar que tal proceso comenzó ya con la Transición.
Entonces, recién estrenada la democracia, confundimos el camino y en lugar de
seguir el referente de la Europa de la Ilustración, los derechos humanos y las
libertades, lo que hicimos fue perseguir el becerro de oro que nos ofrecía la
Europa de los mercados. No buscamos crecer ética y culturalmente, sino la
posibilidad del enriquecimiento fácil (para algunos) y el consumo masivo.
Después del tiempo de las vacas
gordas vino inevitablemente el tiempo de las vacas flacas y nos dimos de bruces
con la triste realidad actual: unas instituciones corrompidas y un pueblo
desorientado y sin rumbo. España ha perdido una vez más el tren de la
modernidad y es posible que éste haya sido el último tren.
Gijón 7-4-2018
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