Mi único propósito –y creo que el de todos aquellos que han tratado
alguna vez de escribir o hablar de ética o religión- es arremeter contra los
límites del lenguaje. Este arremeter contra las paredes de nuestra jaula es perfecta
y absolutamente desesperanzado. La ética, en la medida en que surge del deseo
de decir algo sobre el sentido último de la vida, sobre lo absolutamente bueno,
lo absolutamente valioso, no puede ser una ciencia. Lo que dice la ética no
añade nada, en ningún sentido, a nuestro conocimiento. Pero es un testimonio de
una tendencia del espíritu humano que yo personalmente no puedo sino respetar
profundamente y que por nada del mundo ridiculizaría.
Wittgenstein. Conferencia sobre la ética

Pero si bien Kant sobrepasó la
línea que separa el hecho del conocimiento del hecho moral mediante los
postulados que formula la razón práctica, Wittgenstein no dio ese paso, porque
no encontró palabras para definir la moral. Así, en su primera obra, el ‘Tractatus-lógico-filosóficus’ pronunció
esta lapidaria frase: “De lo que no se puede hablar, hay que callar”. Y de lo
que no se podía hablar era de la ética.
Pero, hay un segundo
Wittgenstein, el de ‘Investigaciones
filosóficas’, en donde abre más posibilidades para el acercamiento a la
ética. Es precisamente en esta ‘Conferencia
sobre la ética’, pronunciada en 1930, donde Wittgenstein apunta el cambio.
Cambio que le llevó a descubrir la “pluralidad de usos del lenguaje” o el
“lenguaje como uso”, que, si bien no le permite aún definir lo que es la moral,
sí le permite constatar su existencia y la extraordinaria importancia que tiene
para la vida de las personas. De esto ya nos da una idea la frase del ‘Tractatus’, según la cual “sentimos que
aún cuando todas las posibles cuestiones científicas hayan recibido respuesta,
nuestros problemas vitales todavía no se han rozado en lo más mínimo”. Entre
estos problemas, los del sentido (sinsentido) de la vida o los éticos son
cruciales, y el hecho de que sobre ellos no pueda decirse nada con sentido, no
implica que no se den o que no puedan mostrarse, pues “lo inexpresable
ciertamente existe. Se muestra en lo místico”.
Wittgenstein encuentra que la
esencia de la ética es, precisamente, su indefinición. Indefinición que no
impide al hombre intentar desesperadamente sobrepasar los límites de la ciencia
(el lenguaje), que explica lo que es, para alcanzar los espacios de la ética,
lo que debe ser.
Examen de Grado en Filosofía
Ética II
Gijón, 9-6-2017
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