Cada vez es más frecuente
encontrar en los medios de comunicación la palabra posverdad. Se trata de un
término con el que se pretende definir un fenómeno en expansión, que condiciona
negativamente la política, la sociedad y la economía. Responde a lo que se
conoce como teoría de los hechos alternativos, según la cual lo real no
consiste en algo ontológicamente sólido y unívoco, sino, por el contrario, en
una construcción de conciencia, tanto individual como colectiva. La realidad no
se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, creencias o deseos
del público. La posverdad también se puede asociar a la conocida frase “una
mentira repetida mil veces se convierte en verdad” (el filósofo Manuel Cruz la
define magistralmente en un memorable artículo que lleva el intencionado título
de ‘La crítica de la razón chunga’)
En realidad este fenómeno no es
nuevo, pues se trata del relativismo de siempre. De hecho ya se manifestó con
fuerza en la antigua democracia ateniense, dando lugar a una de las
confrontaciones filosóficas de mayor enjundia de la historia de la Filosofía. La
que enfrentó a sofistas por un lado, defensores del relativismo, y a Sócrates,
Platón y Aristóteles por otro, que abogaban por la existencia de la Verdad,
aunque cada uno a su manera.
Es fácil deducir que el recurso
que tenemos para enfrentarnos a esta plaga es la cultura, entendida como el
estudio de la Humanidades. El problema es que no están de moda.
Gijón, 2-7-2017
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