domingo, 2 de octubre de 2016

Doctrinas platónicas: El ser y el mundo de las Ideas


A Platón (428-347 a. C.) le tocó vivir tiempos turbulentos en su ciudad, Atenas. La guerra del Peloponeso acabó con el esplendor ateniense de la época de Pericles, a lo que había que añadir la trágica muerte de su maestro, Sócrates, víctima de la democracia ateniense.
Esto llevó a Platón a preguntarse por la causa de tales males y señaló a los sofistas que, con su relativismo y escepticismo, degradaban la moral y la justicia. Consecuentemente, buscó un remedio a la penosa situación y lo encontró en la filosofía. Había que elaborar un sistema filosófico que mostrase al hombre, sin lugar a dudas, la verdadera realidad, una verdad incuestionable y universal, un “orden eterno del ser” que sirviese de base para fundamentar la polis y sus instituciones. Un orden de principios que hay que descubrir y luego enseñar. La base de la reforma platónica será, pues, la educación y la última justificación de sus gobernantes, el saber, entendido en la línea de identificación socrática entre saber y virtud.
El sistema dual platónico
Parte Platón para la elaboración de su sistema filosófico de los saberes de la época: la teoría del Ser único, inmutable, absoluto, de Parménides;  el mundo sensible y cambiante de Heráclito; la matemática pitagórica, que considera que la realidad esencial no está en sus componentes materiales sino en su proporción, en su estructura ordenada y armónica (logos); el nous de Anaxágoras, como ordenador del mundo; y, cómo no, la investigación de Sócrates sobre la definición, que supone el intento de encontrar lo esencial de lo definido.  También la religión órfica influyó en su filosofía.
Encontró la solución a la dicotomía entre el Ser absoluto e inmutable de Parménides y el mundo cambiante de lo material de Heráclito, creando un sistema filosófico dual, formado por dos mundos diferenciados: el mundo de las Ideas, inmutable e inteligible sólo por el entendimiento, sobre el que se construye el saber científico, y el mundo sensible, cambiante, que es el mundo percibido por los sentidos y constituido por las simples opiniones.
Platón relaciona ambos mundos mediante la acción del demiurgo (genio ordenador, inspirado en el nous de Anaxágoras) que, gozando de la contemplación del mundo de las Ideas, las plasmó en la materia, dando lugar al mundo material que percibimos por los sentidos, una copia imperfecta del mundo de las Ideas.
Relación entre la ética y la política
La organización de la sociedad que concibió Platón se basaba en la existencia de tres clases rígidas (gobernantes, guardianes y productores), estando los individuos obligados a pertenecer inexorablemente a una de estas clases en función de sus características psicológicas. Por lo tanto, para Platón la cuestión política es a la vez una cuestión ética en cuanto que cada ciudadano debe realizar las tareas y practicar las virtudes del grupo social al que pertenece. En eso consiste la justicia.
Por otra parte, Platón añade a la concepción socrática de la virtud, como algo que el individuo es capaz de descubrir, una dimensión social. Aparece así la ética subordinada a la política. Pero que la virtud pueda ser descubierta por cada uno, como decía Sócrates, supone que la ética es una ciencia. Esto significa que los juicios de valor que regulan la conducta del individuo se fundamentan en verdades objetivas con validez universal y no en opiniones y preferencias subjetivas, como sostenían los sofistas.
Es decir, la teoría ética de Platón, y con ella su teoría política, requiere la existencia de verdades absolutas. Entramos así en el terreno de la teoría de las Ideas que constituye la columna vertebral de toda la filosofía platónica.
El mundo de las Ideas
Platón afirma que la posibilidad de un conocimiento verdadero apoyado en verdades absolutas hace necesaria la existencia de realidades inmutables ya que un conocimiento que tenga por objeto algo cambiante no es un verdadero conocimiento. Así es como plantea Platón su teoría de las Ideas, que constituirá la base sobre la que se asienta toda su filosofía desde la física hasta le ética y la política pasando por la antropología y la teoría del conocimiento.
Tras las apariencias cambiantes de las cosas, Platón va a esforzarse por encontrar una realidad absoluta cuyo conocimiento le parece necesario para dar una base sólida a la moral y a la política y escapar así al relativismo de los sofistas. Situará esta realidad en un mundo de esencias eternas, invisibles y dotadas de un modo de existencia diferente al de las cosas concretas. Se trata de un mundo de valores y de “modelos ideales”, independientes de la opinión de los hombres, a los que llamará “Ideas” o “Formas”, que se imponen a todo espíritu razonable y constituyen el objeto del conocimiento verdadero.
El concepto de Idea
Platón parece entender siempre la Idea como forma única de algo múltiple. Sería el modelo arquetípico de una clase de objetos; por ejemplo, Idea de árbol, Idea de salud, Idea de belleza. Cada una de ellas es una realidad única, eterna, inmutable, absoluta. No son de naturaleza material, pero tampoco puros conceptos mentales. Ni tan poco son cualidades propias de las cosas.
En cuanto a qué tipos de Ideas puede haber, platón admite Ideas que son formas matemáticas –igualdad, unidad, pluralidad, etc.-, también otras que son valores –justicia, bondad, belleza, etc.- y, por fin, otras que son formas de cosas naturales –agua, fuego, hombre, etc.- aunque a veces duda de la existencia de éstas. Pero lo que sí deja claro Platón es que ese universo de Ideas sostiene y es fundamento de todos los valores éticos y estéticos. Si podemos hablar de cosas justas, buenas o bellas, es porque tiene que haber algo que sea “justo en sí”, “bueno en sí”, “bello en sí”.
Y ese mundo de las ideas está jerarquizado, estando en la cima la Idea del Bien, que unifica en sí todas las Ideas y que constituye la causa final y el principio de la armonía del universo, y también es la que ilumina la vida del hombre y su destino. En consecuencia, ella se constituye en el objeto supremo de nuestro estudio, pues sin ella todo carecería de valor y de sentido, haciendo imposible acabar con el desorden, la ignorancia y la injusticia.
“Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz, al señor de ésta, y que en ese ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público” (‘República’).

La teoría del conocimiento
Para acceder al mundo de las Ideas, Platón elabora la teoría del conocimiento que está estrechamente ligada con la concepción de los dos órdenes de realidad que afirma haber. En consecuencia establece, pues, dos tipos de conocimiento.
Platón, que había conocido en su juventud las teorías de Heráclito, consideraba que con las impresiones sensibles, al ser cambiantes, no nos pueden proporcionar un objeto cierto de conocimiento. Además, contra el subjetivismo de los sofistas, quiere demostrar que la ciencia no se reduce a sensación, que frente a las apariencias sensibles que son cambiantes y subjetivas se encuentran los objetos que capta la inteligencia cuya significación es invariable y objetiva.
El conocimiento de estas realidades no se obtiene a partir de la sensación, sino del pensamiento. Eso es lo que significa cuando dice que son inteligibles. Esta afirmación significa también que son conceptos o realidades ideales que existen independientemente del pensamiento y a las que sólo se accede por contemplación.
Un primer paso para acceder al mundo de las Ideas se da en lo que Platón llama ‘reminiscencia’ o recuerdo. Consiste en que, la percepción de la realidad que tiene el hombre a través de los sentidos, le hace recordar las Ideas, pues según Platón el alma, que es inmortal, ya contempló antes de encarnarse en un cuerpo humano, el mundo de las Ideas. En el proceso de la encarnación, el alma olvida lo que vio previamente, pero al ser el mundo material una copia imperfecta del mundo de las Ideas, la contemplación de las cosas le hace recordar.
Platón recurre al famoso mito de la caverna para explicar de forma intuitiva su teoría del hombre, la situación de éste en relación con el conocimiento y el problema de la doble realidad.  
Platón distingue, pues, dos tipos de conocimiento: el sensible y el intelectual, cada uno de los cuales posee diversos grados. El conocimiento sensible tiene como objeto el mundo sensible, que es cambiante. No lo considera un conocimiento en sentido pleno y recibe el nombre de opinión. El conocimiento intelectual tiene como objeto el mundo inteligible, que es inmutable, y al cual da el nombre de inteligencia.
El más alto grado de conocimiento es el dialéctico que es un saber riguroso y es fruto de la contemplación directa de las Ideas, en particular de la Idea del Bien. Constituye, pues, la Dialéctica, único grado de conocimiento merecedor para Platón de tal nombre.
El mundo de las Ideas de Platón fue rechazado por su discípulo, Aristóteles, para el que solo existe una realidad única: el mundo material que contemplan nuestros sentidos.
Examen de Grado en Filosofía.
Historia de la Filosofía antigua I.
Gijón, 8-9-2016


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