Intervención en la Asamblea extraordinaria de la
Agrupación de Gijón del 15-2-16)
Creo que no digo nada que no se
sepa si digo que estamos atravesando una de las mayores crisis de la reciente
historia de España; crisis comparable a la que tuvimos en los años de la
Transición cuando el 23-F, o cuando la ETA mataba a docenas de personas.
Pero lo que quizá se sepa menos
es que las crisis suponen una oportunidad única para efectuar los grandes
cambios. Esta es la lectura que hay que hacer de esta crisis: hay que
aprovecharla para cambiar. De ahí que la palabra cambio deba formar parte
importante de nuestros discursos (cambio va unido a autocrítica y es lo
contrario de más de lo mismo)
Pero cuando se habla de cambio
tenemos que preguntarnos qué es lo que hay que cambiar y por qué. La respuesta
la dieron los indignados con sus eslóganes: “Lo llaman democracia y no lo es”.
Es decir, esta democracia que nos dimos en la Transición quedó agotada,
obsoleta, no da respuestas a los graves problemas que tenemos planteados los
ciudadanos.
La explicación es obvia: la
globalización, el fenómeno tecnológico, económico, político, social y cultural
que se está produciendo en el mundo en los últimos años, está siendo pilotado
por el neoliberalismo, de ahí que se conozca como globalización neoliberal. No
la conduce la democracia (entonces se llamaría globalización democrática), ni
mucho menos el socialismo (globalización socialista). No mandan los ciudadanos,
ni los partidos, ni siquiera los Estados; mandan los poderes financieros, los
mercados desregulados De ahí lo absurdo
de los discursos autocomplacientes que se oyen en el PSOE, de ahí el error de
las políticas basadas en más de lo mismo.
El cambio consiste, pues, en un
salto cualitativo en la conquista de la democracia (“Democracia real ya”,
gritaban los indignados). Y para ello hay que cambiar las instituciones (los
partidos), pues tal como indicaban también los del 15-M, “No nos representan”.
Y aquí entramos en el análisis
de nuestro partido. Tiene que cambiar para poder liderar el cambio señalado. Y
el cambio consiste en primer lugar en democratizarlo. Teniendo en cuenta que la
democracia es la soberanía del pueblo, democratizar el partido significa que la
militancia asuma el protagonismo de la política. Pero esa soberanía no tiene
que dárnosla nadie, tenemos que tomarla nosotros, tenemos que creernos que
somos los soberanos y ejercer de tales. Ni feligreses, ni gregarios, ni
figurantes, ni satélites girando alrededor de nadie. Soberanos, capaces de
hacer la política del partido por nosotros mismos.
Pero ser soberano significa
también ser responsable y esto requiere saber. De ahí que el primer paso para
cambiar el partido sea convertir las Casas del Pueblo en aquello para lo que
fueron concebidas: escuelas de aprendizaje para los militantes/ciudadanos.
Aprendemos con el diálogo entre todos y en condiciones de igualdad, aprendemos
unos de otros, aprendemos de forma autodidacta y en grupo. El mundo se cambia
con ideas, con cultura, y para ello nosotros debemos tenerlas.
Juan Manso.
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