domingo, 4 de octubre de 2015

Lyotard, 'La condición postmoderna'


El escrito La condición postmoderna (1979),  es un informe realizado por Jean-François Lyotard (1924-1998) por encargo del Consejo de Universidades del Gobierno de Quebec. Este hecho hizo que tuviese un gran eco mediático. Eso, y el propósito con que fue escrito: tratar de dar respuesta a la grave crisis en la que cayeron los Estados modernos como consecuencia de su entrada en la postmodernidad. El término postmoderno alude a la condición del saber en las sociedades más desarrolladas
La crisis se manifiesta en muchos ámbitos, pero quizá el más grave es el relacionado con el conocimiento, por lo que supone de pérdida de referencias culturales y morales. Si hemos matado progresivamente a la metafísica, a Dios, a la Razón, al hombre, a la nación…, y si hemos perdido las cosmovisiones que históricamente han ayudado al hombre a encontrar el rumbo, ¿qué nos queda? Sin duda la ciencia y la tecnología que se hacen omnipresentes.  Pero, ¿puede la ciencia legitimar el lazo social?, ¿puede generar los valores morales y éticos que proporcionaban los metarrelatos? Éste es el difícil reto al que se enfrenta Lyotard en el presente trabajo.
Para ello analiza la manera en que la sociedad moderna, que sigue los criterios de la racionalidad surgidos de la Ilustración, hace frente a los notables cambios producidos en los últimos tiempos, motivados sobre todo por el extraordinario desarrollo de la tecnología informática. Y encuentra graves disfunciones que se manifiestan en el lenguaje (los juegos de palabras).
La filosofía del lenguaje de Wittgenstein
Efectivamente, apoyándose en la filosofía del lenguaje de Wittgenstein, que establece que “la totalidad de las proposiciones verdaderas constituye la totalidad de las ciencias naturales”, y que “al igual que entre los hechos, entre las proposiciones no existen jerarquías”, Lyotard encuentra que la modernidad cometió el error de entremezclar y superponer una determinada categoría de enunciados, los prescriptivos (que tienen sus reglas específicas) a los demás (con reglas de juego distintas), entre ellos los denotativos que rigen el campo de las ciencias. Los enunciados prescriptivos a los que se hace referencia son los grandes relatos que, si en la antigüedad tenían un origen mítico o religioso, en la modernidad adoptan la forma de redención de la humanidad.  El denominador común de todos los relatos modernos es la pretensión de unir en un todo orgánico la vida física y espiritual en su conjunto (a estos efectos, ver el escrito Lyotard: la naturaleza del lazo social).
La disociación kantiana entre conocimiento y ética
El otro filósofo en el que se apoya Lyotard para elaborar su teoría es Kant. Éste fue el primero en separar el conocimiento (sujeto cognitivo) de la ética (sujeto práctico), lo que Lyotard llama el “héroe del conocimiento” y el “héroe de la libertad”.
Lyotard hace un recorrido desde la II República francesa, pasando por Fichte, Schleiermacher, Humbolt y Hegel, autores en los que se ve la lucha de ambos proyectos y su tendencia a la unificación de los dos héroes: un sujeto que por estar en posesión del conocimiento está capacitado para su tarea ético-política. Pero fue kant quien separó ambas esferas. Según este pensador –en palabras de Lyotard- “el saber positivo no tiene más papel que el de informar al sujeto práctico de la realidad en la cual se debe inscribir la ejecución de la prescripción. Le permite circunscribir lo ejecutable, lo que se puede hacer. Pero lo ejecutorio, lo que se debe hacer no le pertenece. Que una empresa sea posible es una cosa, que sea justa es otra. El saber –continúa Lyotard- ya no es el sujeto, está a su servicio; su única legitimidad (que es considerable) es permitir que la moralidad se haga realidad. Esta distribución de papeles en la empresa de legitimación le resulta interesante a Lyotard, porque supone, a la inversa que la teoría del sistema-sujeto, que no hay unificación ni totalización posibles de los juegos de lenguaje en un metadiscurso”. De aquí se deriva que la ciencia juega su propio juego, no puede legitimar a los demás juegos de lenguaje.
La inconmensurabilidad de los saberes
A partir de estas consideraciones, Lyotard proclamará la inconmensurabilidad de los saberes, que se manifiesta en los distintos regímenes de frases y géneros de discurso que operan en cada uno de ellos, los cuales no son trasladables sin grave perjuicio. Como consecuencia de ello, el saber ya no fundamenta ni legitima el sistema político y social que, no obstante, continúa tejiendo su discurso con la retórica de la emancipación, de la libertad  y del progreso. Según Lyotard este hecho, unido al desarrollo tecnológico y económico, provocaron las grandes tragedias del siglo XX (guerras mundiales, totalitarismos, genocidios, etc.).
Legitimación de la ciencia por la paralogía
Lyotard propone en consecuencia hacer una redefinición del saber que no encontrará nunca su validez universal. Para él la ciencia postmoderna abunda en el paradigma de la inconmensurabilidad y, lejos de obedecer a la también clásica legitimación por la performatividad de su discurso, su eficacia, su rendimiento, su utilidad, los científicos postmodernos se dedican a investigar la inconsistencia de su propio sistema y de sus presupuestos. La nueva legitimidad científica se encuentra en la paralogía (ver nota al final del escrito).
Cree que el riesgo que aún existe en las sociedades informatizadas de quedar sumidas bajo un control total, puede conjurarse mediante el libre acceso a la información, a los bancos de datos por parte de todos los usuarios. De hecho, Lyotard cree que el desarrollo informático ha llegado a tales niveles que los individuos quedarán atrapados en un cañamazo de relaciones cada vez más complejas y móviles. Joven o viejo, hombre o mujer, rico o pobre, siempre estará situado sobre “nudos” de circuitos de comunicación por ínfimos que sean, situado en puntos por los que pasan mensajes de naturaleza diversa. Nunca está, ni siquiera el más desfavorecido, desprovisto de poder sobre esos mensajes que le atraviesan al situarlo, sea en la posición de destinador (el que lo enuncia), o de destinatario (el que lo recibe), o de referente (aquello de lo que el enunciado trata).
Se apunta una política en la cual serán igualmente respetados el deseo de justicia y el de lo desconocido. La aniquilación del metarrelato universal a favor de lo local no impide que existan millares de historias pequeñas o no tan pequeñas, que continúen el tejido de la vida cotidiana (los juegos de lenguaje son el mínimo de relación exigido para que haya sociedad). La legitimación no desaparece, pero ya no será una y para todas las veces. Tampoco desaparece la idea del consenso, sino la posibilidad de un consenso universal (tal como propone Habermas).
Le différend
En 1983, Lyotard publica Le différend, obra en la que continúa el desarrollo de su filosofía. Insiste en que la problemática radica en que el lenguaje en general no existe. No hay un metalenguaje que sirva de regla general por encima de los múltiples regímenes de frases y géneros de discurso que instituyen la realidad plural del lenguaje. Lo que Lyotard denomina différend (diferencia o diferendo) es precisamente el espacio que hace diferir a dos juegos de lenguaje sin posibilidad de regla común.
Así, nuestro autor señala la distinción que hay entre esta “diferencia” y un “litigio”. Éste resulta siempre resoluble ya que el conflicto se establece entre discursos que se sitúan al mismo nivel, o dentro de un mismo régimen, de modo que, al ser homogéneas las proposiciones enfrentadas, cabe un arbitraje y una solución que no vaya en detrimento de ninguna de las partes. Es posible el consenso y el acuerdo.
Distinta a un litigio, una diferencia es un caso de conflicto entre (por lo menos) dos partes, conflicto que no puede zanjarse equitativamente por faltar una regla de juicio aplicable a las dos argumentaciones. Ésta es la tesis básica de Lyotard. Se trata de no confundir la diferencia con un litigio dando por supuesta la posibilidad de consenso.
Las consecuencias de ello son enormes, ya que resolver una diferencia como si se tratara de un litigio supone, no infligir un daño a una de las partes, sino una “sinrazón, a saber, el aplastamiento de la realidad diferencial del discurso del otro por el discurso propio que le resulta por completo inconmensurable. Lo terrible de la sinrazón es que es un daño del que no puede darse cuanta, ya que pertenece a otro discurso. “A la privación que supone el daño se agrega la imposibilidad de ponerlo en conocimiento de los demás y especialmente de un tribunal”.
Lyotard pone Auschwitz como ejemplo de la cuestión de Le différend; este dramático hecho supuso un “conflicto discursivo” entre las SS y el pueblo judío. “El eslabonamiento de la proposición SS con la del deportado es imposible porque no pueden proceder de un mismo género de discurso. Ninguna de ellas tiene un fin común. Al aniquilar a los judíos, el nazismo elimina un régimen de frases en el que la marca está en el destinatario (Escucha Israel). Entre el SS y el judío no hay ni siquiera diferencia en el sentido de discrepancia, porque no tienen un idioma común (el de un tribunal) en el cual un daño por lo menos podría ser formulado, aunque fuera en lugar de una sinrazón”.
Amén del holocausto, Lyotard aporta otro ejemplo esclarecedor sobre la diferencia: el del animal que sufre y es incapaz de expresar el daño que se le hace, con lo que automáticamente todo daño que se le inflija se transforma en sinrazón.
Comentarios:
Mi comentario personal es que, si bien Lyotard acierta en buena medida con el diagnóstico del problema (la existencia de unas élites político-financieras que controlan el poder de la información y del conocimiento en nombre de la razón emancipadora de la humanidad), falla en el tratamiento, que pasa por construir un nuevo tercer imaginario filosófico-político, tras el primero configurado en el mundo griego y el segundo en el momento constituyente de la Revolución Francesa
Me parece más acertada la filosofía dialógica de Habermas y Apel (las llamadas éticas del discurso), porque recuperan los valores humanistas que son el legado más valioso de la cultura de Occidente. Ambos proponen el retorno a la tradición griega que subraya la continuidad entre los problemas éticos y los políticos. La ética discursiva está basada en el diálogo y el consenso dentro de una comunidad ideal de seres racionales. La transposición de esta ética al ámbito de la política da lugar a un sistema de democracia perfecta.
Habermas también destaca por ser todavía uno de los defensores del proyecto ilustrado. Frente al discurso postmoderno, eminentemente negativo y antiilustrado, Habermas defiende el papel de la razón en la construcción de una sociedad más justa. Consciente de la vinculación entre conocimiento e interés, Habermas propugna una racionalidad de los fines y no solo de los medios y que subordine el interés técnico al interés emancipador. Para ello, contamos con la acción comunicativa entendida como diálogo racional entre iguales.
Paralogía: método o proceso de razonamiento que entra en contradicción con las reglas establecidas. Etimológicamente, significa más allá de la razón. Un paralogismo o paralogía puede ser intencional, en cuyo caso se la llama falacia, o bien no intencional y se la llama sofisma. En ambos casos, se trata de un falso razonamiento.
El término se puso de moda en 1980 y su significado adquirió un matiz pragmático, gracias a Jean-François Lyotard. La paralogía es para Lyotard una nueva jugada que, al entrar en contradicción con las reglas establecidas, obliga al sistema a desplazar sus límites.
El ejemplo clásico en las matemáticas es el descubrimiento de los números irracionales. (Antes de ellos los números consistían en los que podían expresarse como razón de dos enteros). El límite (la frontera) de los números tuvo que desplazarse para incluir los irracionales, dando lugar a los números reales. En el sentido de Lyotard entonces, lo que hace progresar la ciencia y el conocimiento individual es la paralogía. En un sentido más local y como principio de aprendizaje, la búsqueda de la paralogía es lo que hará progresar nuestro conocimiento: la paralogía sería la búsqueda de nuevos significados en la información disponible, y lo que obligaría a desplazar los límites de nuestro conocimiento individual.
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