El pasado 4 de octubre, este
periódico publicó una entrevista realizada a Emilio Lledó, reciente premio
Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades. Como creo que estamos ante
un gran intelectual comprometido, es conveniente entresacar de sus
declaraciones el mensaje que transmite. Puede ser el siguiente:
Dice no sentir odio, pero sí
desprecio, un sentimiento producido por las injusticias de las que es testigo.
Esto le lleva al compromiso con la cultura y con la política que se percibe en
su entrevista. Un compromiso en primer lugar con la República a la que
reivindica (“…iba muy en serio y por eso hubo que dar un golpe de Estado para
hundirla”). Se muestra indignado tanto con los políticos (“Este país se merece
mejores gobernantes”), como con la corrupción (“La corrupción es una de las
cosas más vergonzosas que han pasado en este país. La corrupción de las mentes,
del cerebro”).
Arremete contra la ignorancia (“Lo
grave es que haya ignorantes con poder que organicen nuestras vidas” o “A los
políticos no les preocupa la educación. A un pueblo se le domina mejor
llenándole de ignorancia. La mayoría de los planes de estudio que se han
aprobado estos años iban contra la educación”). Consecuentemente, a la pregunta
¿qué reforma fundamental le gustaría ver? contesta: “Una que terminara con la
ignorancia y el desprecio a la enseñanza pública. El 99% de la enseñanza en
Alemania sigue siendo pública”; y también “¡Estamos creando universitarios
tarados! Es fundamental crear pasión por el estudio, por el conocimiento”.
Reivindica tanto la filosofía
(“La filosofía no es un lujo”), como la política (“Si hubiese políticos
decentes, no sé si se podrían salvar todas las injusticias, pero creo que sí”).
Especialista en la cultura clásica, alude al concepto de felicidad de los
griegos (“Hay un momento en la cultura griega en el que se descubre que la
felicidad ya no está en tener sino en ser”).
Estas son las palabras de una
persona sabia e indignada, pero me temo que, como bien dice el entrevistador, Emilio
Lledó sea una voz que clama en el desierto.
Gijón, 17-10-2015
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