Comentario a la
asamblea celebrada el 18-9-2015 en la Agrupación del PSOE de Gijón para nombrar
candidatos al Congreso y al Senado
Tomo como
punto de partida para hacer mi comentario a la asamblea citada la intervención con
que el secretario general de la
Agrupación , Santiago Argüelles, abrió la misma. Nos propuso
volver la mirada al pasado para valorar la meritoria labor política de
destacados dirigentes socialistas, como María Luisa Carcedo o Tini Areces, y en
base a ese reconocimiento, solicitó nuestro apoyo para que continuasen
ejerciendo los cargos a los que se presentan durante una legislatura más.
Sin entrar a
valorar los méritos de dichos dirigentes (afortunadamente no soy un juez que
deba juzgar a las personas, labor que considero dificilísima), sí quiero mirar
también al pasado, pero para ver algo bien distinto: el drama del fracaso de la
izquierda y el triunfo rotundo de la derecha, no sólo en España, sino en Europa
y en el mundo, siendo además la derecha más radical, más cruel, más inhumana,
más irracional y más injusta: la derecha neoliberal.
Efectivamente,
desde que en la década de los 80 del siglo pasado, la troica formada por Thatcher,
Reagan y Woytila puso en marcha la llamada revolución conservadora, su victoria
fue implacable. Impusieron su política (¿hay alguna duda de que la Unión Europea se hizo con
criterios neoliberales?); su economía (los mercados desrregulados, el poder
financiero); y sobre todo, su pensamiento (el llamado ‘pensamiento único’).
Los datos son
bien conocidos: entre cinco y seis millones de parados en España, más millones
aún con trabajos precarios, sin derechos, y todos convertidos en mercancía que
vende su trabajo en el mercado laboral, algunos en contra de su voluntad, la
mayoría con complacencia (pensamiento único). El drama de miles de inmigrantes
muertos en un intento desesperado por huir del infierno de sus países de
origen. La tragedia de los refugiados sirios y de otros países árabes, asolados
por la guerra. ¿A alguien se le oculta que estas guerras son consecuencia
directa de la invasión de Irak por Occidente en el 2003? ¿Nos hemos olvidado de
la foto en las Azores del trío promotor de la guerra, Bush, Aznar y Blair? Si
bien los dos primeros eran paladines del neoliberalismo, ¿no era Blair, un
correligionario socialdemócrata? La desesperada situación de los griegos,
obligados a pasar por el aro que les presenta la Unión Europea , ¿no les lleva al
callejón sin salida de no saber qué es peor, si pasar o no pasar?
Ante este
panorama, del que creo que nadie tenga ninguna duda, ¿los partidos socialistas
europeos, no tienen ninguna responsabilidad? ¿Acaso los millones de ciudadanos
citados no pertenecen a las clases más desfavorecidas, la de los trabajadores?
¿No son esas clases a las que tienen que defender los partidos socialistas?
¿Cabe alguna duda del fracaso de tal defensa? ¿Cabe alguna duda también que,
ante la desprotección de esas clases trabajadoras, éstas se organicen e
improvisen nuevas formaciones políticas, como Podemos o Syriza? Y lo que es
peor, ¿no surgen en otros países, como Francia, formaciones fascistas y
xenófobas?
No creo que
nadie me pueda tildar de demagogo por denunciar estos hechos que cualquier
persona de izquierdas ve y siente, ni por señalar la responsabilidad que en los
mismos tienen los partidos socialdemócratas europeos, incluido el PSOE. Porque
desde hace 30 años estos partidos cometieron el error de seguir el camino de la
tercera vía que abrió Blair. Porque siempre fue sabido que, en una democracia,
el fin (crear riqueza) no justifica los medios (desrregular los mercados,
desideologizar a los trabajadores, precarizar el mercado laboral). Porque no se
puede renunciar al objetivo que dio origen al socialismo: superar el sistema
capitalista que se define por ser irracional, injusto e inhumano. Así lo era en
el siglo XIX, cuando Marx descubrió sus entrañas y así lo sigue siendo ahora,
aunque se disfrace con otros ropajes.
Resulta
sorprendente que ante esta dramática realidad, en los discursos pronunciados en
nuestro partido no aparezcan palabras
tales como “autocrítica” y “cambio”. Es como si hubiesen desaparecido del
diccionario, como si no existiesen. Autocrítica para conocer los errores,
cambio para corregirlos. No digo que lideremos el cambio que está demandando la
sociedad (regeneración democrática y de los partidos, participación ciudadana,
etc.), porque eso ya lo está haciendo Podemos con mayor o menor fortuna (la
labor de Podemos se muestra ingente porque parte de cero), pero creo que
deberíamos secundar el cambio, poniendo al servicio del mismo nuestra
infraestructura y organización y nuestra experiencia de más de un siglo de
luchas, buscando la necesaria unidad de la izquierda en el convencimiento que,
sin ella, nunca derrotaremos al neoliberalismo.
Dicho esto,
hago una reflexión más. Se dijo en la asamblea: este acto no es más que una
pantomima, una escenificación que pretende dar apariencia democrática a algo
que no lo es (o lo es muy deficientemente). Los candidatos a diputados y
senadores son nombrados a dedo por los dirigentes del partido, siguiendo su
propio criterio. A los militantes solo nos queda proponer nombres de tal manera
que, al no haber debate ni diálogo previo alguno, solo nos es dado a optar
entre la fidelidad a los dirigentes (que siempre es la opción mayoritaria), el
rechazo a los mismos (que siempre será minoritario) y la abstención en el resto
de los casos.
Y aquí está,
en mi opinión, el origen del problema: al carecer la mayoría de los militantes
de criterio político por falta de la suficiente formación, estamos condenados,
por muy buena voluntad y predisposición que tengamos, a seguir a líderes o
iconos, bien del equipo directivo (la mayoría), bien de la oposición (la
minoría). Ésta es una mala praxis política porque nos aboca al frentismo
permanente, el mal endémico de la izquierda.
Si esta
hipótesis es acertada, la solución pasa por la formación política y cultural. A
nadie se le oculta la dificultad de tal empresa, pero creo que no hay otra
salida. Es más, creo que fue la falta de una política educativa y pedagógica
por parte de la izquierda, en lo que llevamos de democracia, lo que llevó a la
falta de concienciación política que se observa en la sociedad. Millones de
ciudadanos desarmados ante el poder de los mercados y entregados a su primer
mandamiento: el consumo.
Otra
observación más al hilo de lo anterior. Creo que el acto celebrado en la
asamblea comentada fue una puesta en escena de lo que ya a principios del siglo
pasado denunció Robert Michels en su libro ‘Los
partidos políticos’. Me refiero a la ‘ley de hierro de la oligarquía’, una
ley que lastra a los partidos y que surge de la combinación perversa de unos
dirigentes que se miran el ombligo y unos militantes leales y sumisos (en
realidad, cómodos) ante esos dirigentes.
Termino
diciendo que nuestro reducido grupo, Espacio para el debate político, lleva
casi dos años reuniéndose periódicamente en la Casa del Pueblo, tratando de aprender de forma
autodidacta, a través del dialogo y el debate entre todos, sin exclusión, en
condiciones de igualdad, con humildad; tratando de ejercer la función para la
que fueron concebidas las Casas del Pueblo: escuelas de militantes y
ciudadanos. Hemos debatido largo y tendido sobre los problemas que se exponen
más arriba y disponemos de abundante información sobre los mismos, aunque ello
no nos lleve a considerar que estamos en posesión de la verdad. Nos llama la
atención que esta labor pase desapercibida para la inmensa mayoría de los
militantes, tanto de la dirección como de la base, lo que nos lleva a
corroborar lo expresado más arriba: el nulo interés por la formación y la
cultura. Juan.
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