domingo, 4 de octubre de 2015

Asamblea para el nombramiento de cargos institucionales


Comentario a la asamblea celebrada el 18-9-2015 en la Agrupación del PSOE de Gijón para nombrar candidatos al Congreso y al Senado
Tomo como punto de partida para hacer mi comentario a la asamblea citada la intervención con que el secretario general de la Agrupación, Santiago Argüelles, abrió la misma. Nos propuso volver la mirada al pasado para valorar la meritoria labor política de destacados dirigentes socialistas, como María Luisa Carcedo o Tini Areces, y en base a ese reconocimiento, solicitó nuestro apoyo para que continuasen ejerciendo los cargos a los que se presentan durante una legislatura más.
Sin entrar a valorar los méritos de dichos dirigentes (afortunadamente no soy un juez que deba juzgar a las personas, labor que considero dificilísima), sí quiero mirar también al pasado, pero para ver algo bien distinto: el drama del fracaso de la izquierda y el triunfo rotundo de la derecha, no sólo en España, sino en Europa y en el mundo, siendo además la derecha más radical, más cruel, más inhumana, más irracional y más injusta: la derecha neoliberal.
Efectivamente, desde que en la década de los 80 del siglo pasado, la troica formada por Thatcher, Reagan y Woytila puso en marcha la llamada revolución conservadora, su victoria fue implacable. Impusieron su política (¿hay alguna duda de que la Unión Europea se hizo con criterios neoliberales?); su economía (los mercados desrregulados, el poder financiero); y sobre todo, su pensamiento (el llamado ‘pensamiento único’).
Los datos son bien conocidos: entre cinco y seis millones de parados en España, más millones aún con trabajos precarios, sin derechos, y todos convertidos en mercancía que vende su trabajo en el mercado laboral, algunos en contra de su voluntad, la mayoría con complacencia (pensamiento único). El drama de miles de inmigrantes muertos en un intento desesperado por huir del infierno de sus países de origen. La tragedia de los refugiados sirios y de otros países árabes, asolados por la guerra. ¿A alguien se le oculta que estas guerras son consecuencia directa de la invasión de Irak por Occidente en el 2003? ¿Nos hemos olvidado de la foto en las Azores del trío promotor de la guerra, Bush, Aznar y Blair? Si bien los dos primeros eran paladines del neoliberalismo, ¿no era Blair, un correligionario socialdemócrata? La desesperada situación de los griegos, obligados a pasar por el aro que les presenta la Unión Europea, ¿no les lleva al callejón sin salida de no saber qué es peor, si pasar o no pasar?
Ante este panorama, del que creo que nadie tenga ninguna duda, ¿los partidos socialistas europeos, no tienen ninguna responsabilidad? ¿Acaso los millones de ciudadanos citados no pertenecen a las clases más desfavorecidas, la de los trabajadores? ¿No son esas clases a las que tienen que defender los partidos socialistas? ¿Cabe alguna duda del fracaso de tal defensa? ¿Cabe alguna duda también que, ante la desprotección de esas clases trabajadoras, éstas se organicen e improvisen nuevas formaciones políticas, como Podemos o Syriza? Y lo que es peor, ¿no surgen en otros países, como Francia, formaciones fascistas y xenófobas?
No creo que nadie me pueda tildar de demagogo por denunciar estos hechos que cualquier persona de izquierdas ve y siente, ni por señalar la responsabilidad que en los mismos tienen los partidos socialdemócratas europeos, incluido el PSOE. Porque desde hace 30 años estos partidos cometieron el error de seguir el camino de la tercera vía que abrió Blair. Porque siempre fue sabido que, en una democracia, el fin (crear riqueza) no justifica los medios (desrregular los mercados, desideologizar a los trabajadores, precarizar el mercado laboral). Porque no se puede renunciar al objetivo que dio origen al socialismo: superar el sistema capitalista que se define por ser irracional, injusto e inhumano. Así lo era en el siglo XIX, cuando Marx descubrió sus entrañas y así lo sigue siendo ahora, aunque se disfrace con otros ropajes.
Resulta sorprendente que ante esta dramática realidad, en los discursos pronunciados en nuestro partido no aparezcan  palabras tales como “autocrítica” y “cambio”. Es como si hubiesen desaparecido del diccionario, como si no existiesen. Autocrítica para conocer los errores, cambio para corregirlos. No digo que lideremos el cambio que está demandando la sociedad (regeneración democrática y de los partidos, participación ciudadana, etc.), porque eso ya lo está haciendo Podemos con mayor o menor fortuna (la labor de Podemos se muestra ingente porque parte de cero), pero creo que deberíamos secundar el cambio, poniendo al servicio del mismo nuestra infraestructura y organización y nuestra experiencia de más de un siglo de luchas, buscando la necesaria unidad de la izquierda en el convencimiento que, sin ella, nunca derrotaremos al neoliberalismo.
Dicho esto, hago una reflexión más. Se dijo en la asamblea: este acto no es más que una pantomima, una escenificación que pretende dar apariencia democrática a algo que no lo es (o lo es muy deficientemente). Los candidatos a diputados y senadores son nombrados a dedo por los dirigentes del partido, siguiendo su propio criterio. A los militantes solo nos queda proponer nombres de tal manera que, al no haber debate ni diálogo previo alguno, solo nos es dado a optar entre la fidelidad a los dirigentes (que siempre es la opción mayoritaria), el rechazo a los mismos (que siempre será minoritario) y la abstención en el resto de los casos.
Y aquí está, en mi opinión, el origen del problema: al carecer la mayoría de los militantes de criterio político por falta de la suficiente formación, estamos condenados, por muy buena voluntad y predisposición que tengamos, a seguir a líderes o iconos, bien del equipo directivo (la mayoría), bien de la oposición (la minoría). Ésta es una mala praxis política porque nos aboca al frentismo permanente, el mal endémico de la izquierda.
Si esta hipótesis es acertada, la solución pasa por la formación política y cultural. A nadie se le oculta la dificultad de tal empresa, pero creo que no hay otra salida. Es más, creo que fue la falta de una política educativa y pedagógica por parte de la izquierda, en lo que llevamos de democracia, lo que llevó a la falta de concienciación política que se observa en la sociedad. Millones de ciudadanos desarmados ante el poder de los mercados y entregados a su primer mandamiento: el consumo.
Otra observación más al hilo de lo anterior. Creo que el acto celebrado en la asamblea comentada fue una puesta en escena de lo que ya a principios del siglo pasado denunció Robert Michels en su libro ‘Los partidos políticos’. Me refiero a la ‘ley de hierro de la oligarquía’, una ley que lastra a los partidos y que surge de la combinación perversa de unos dirigentes que se miran el ombligo y unos militantes leales y sumisos (en realidad, cómodos) ante esos dirigentes.

Termino diciendo que nuestro reducido grupo, Espacio para el debate político, lleva casi dos años reuniéndose periódicamente en la Casa del Pueblo, tratando de aprender de forma autodidacta, a través del dialogo y el debate entre todos, sin exclusión, en condiciones de igualdad, con humildad; tratando de ejercer la función para la que fueron concebidas las Casas del Pueblo: escuelas de militantes y ciudadanos. Hemos debatido largo y tendido sobre los problemas que se exponen más arriba y disponemos de abundante información sobre los mismos, aunque ello no nos lleve a considerar que estamos en posesión de la verdad. Nos llama la atención que esta labor pase desapercibida para la inmensa mayoría de los militantes, tanto de la dirección como de la base, lo que nos lleva a corroborar lo expresado más arriba: el nulo interés por la formación y la cultura. Juan.

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