lunes, 6 de julio de 2015

Comentario de texto. Maquiavelo


 “Muchos se han imaginado repúblicas y principados que nadie ha visto jamás ni se ha sabido que existieran realmente; porque hay tanta distancia de cómo se vive a cómo se debería vivir, que quien deja a un lado lo que se hace por lo que se debería hacer, aprende antes su ruina que su preservación: porque un hombre que quiera hacer en todos los puntos profesión de bueno, labrará necesariamente su ruina entre tantos que no lo son. Por todo ello es necesario a un príncipe, si se quiere mantener, que aprenda a poder ser no bueno y a usar o no usar de esta capacidad en función de la necesidad” (N. Maquivelo, El Príncipe, cap. XV, Alianza Editorial, Madrid, 1982, Trad. M. A. Granada, pp 83-84)
Con esta frase Maquiavelo critica duramente la visión optimista que los humanistas-renacentistas tenían de la naturaleza del hombre y del poder, sobre todo la de los humanistas cívicos del quattrocento.
Efectivamente, creían estos pensadores que la eficacia en la gobernanza de la República debía ir unida a la legalidad. Como ellos mismos decían, “el mejor gobierno es la honradez”.
Maquiavelo, que se consideraba a sí mismo hijo, no de libros, sino de obras, tenía un concepto bien distinto, por cuanto no creía en la bondad del hombre ni en la posibilidad de su educación.  De ahí que ponía el gobierno del Estado en manos de un príncipe que, haciendo uso de la fuerza y de la violencia si fuese necesario, antepusiese la eficacia a le ética.
La razón de tal postura hay que buscarla en que Maquiavelo tenía una visión muy negativa del hombre. Para él, el ser humano está dominado por las pasiones (egoísmo, ambición). Así había sido a lo largo de la historia y así será en el futuro sin posibilidad de redención alguna. Consecuentemente, las virtudes del príncipe tenían que ser aquellas que garantizasen el orden y la seguridad de la República. Tales virtudes incluían, aparte de la astucia, la prudencia y la fuerza, la capacidad de mentir y faltar a la palabra dada. De no hacerlo, Maquiavelo creía que la República no sería viable, por lo que el mal para los ciudadanos sería peor que el que pudiese ocasionar un comportamiento poco ético.
Maquiavelo se opone así frontalmente a los humanistas utópicos, como Tomás Moro o Erasmo de Rótterdam, que, teniendo un concepto de la realidad menos optimista que los humanistas florentinos, creían como ellos que no se debía gobernar sin tener en cuenta los valores morales.
Resulta obvio que estas formas de entender y ejercer la política tienen plena actualidad. De manera mas o menos consciente, pero siempre ocultándolo, la mayoría de los políticos actuales siguen comportamientos maquiavélicos; en el mejor de los casos diciendo lo que sus potenciales votantes quieren oír, y en el peor mintiendo descaradamente. En el fondo comparten la idea de Maquiavelo de que el pueblo no vive la realidad, sino la apariencia y es ahí, es decir, en la ficción y la representación, donde hacen la política.
Las consecuencias de tal conducta saltan a la vista: nos invade la corrupción y la democracia queda invalidada.
(Examen de Historia de la filosofía medieval y renacentista II. Grado en Filosofía. UNED-Gijón. 8-6-2015)


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