martes, 28 de abril de 2015

Regeneración


(Texto escrito para ser leído en la comisión ‘Democracia y ciudadanía’ de la Conferencia política del PSOE a celebrar los días 18 y 19 de abril en Gijón. No se me permitió leerlo)
Existe un clamor en la sociedad española exigiendo un cambio. Se puso de manifiesto cuando el 15 de mayo del 2011 miles de ciudadanos tomaron las calles para manifestar su indignación, protagonizando uno de los acontecimientos sociales más espectaculares de la reciente historia de España: el movimiento de los Indignados o del 15-M.
¿Qué movía a los ciudadanos a realizar esa acción desesperada? La constatación de que el Estado no daba respuesta a los graves problemas generados por la crisis, aparecida tres años antes; es decir, el Estado no cumplía su cometido de proteger los derechos de los españoles, reconocidos por la Constitución de 1978. Artículos de dicha Constitución, como el primero que define a España como un Estado social y democrático de Derecho o el 35 que define el trabajo como derecho y deber de todos los españoles, se habían convertido en papel mojado, al primar los intereses de los ricos, de los poderes financieros, sobre los derechos de los trabajadores y de los ciudadanos.
Esta realidad fue denunciada por los Indignados mediante lemas tan elocuentes como: ‘No nos representan’, en alusión a las instituciones, ‘Lo llaman democracia y no lo es’, refiriéndose la baja calidad de la democracia o ‘Democracia real ya’, reivindicando más protagonismo ciudadano.
Pasó el tiempo y no hubo reacción por parte de las instituciones interpeladas. Ni partidos ni sindicatos parecieron darse por aludidos, limitándose a desprestigiar a los manifestantes (perroflautas, ácratas, inadaptados…), cuando no los ignoraron olímpicamente. Ante esa falta de respuesta, los indignados se organizaron y crearon un partido: Podemos, que trata de canalizar institucionalmente ese descontento y hacer realidad el cambio que demanda el país: regenerar la democracia, secuestrada hoy por los poderes financieros y devolvérsela a los ciudadanos. Para ello hacen una lectura distinta y novedosa de la realidad: no ven ésta como el clásico enfrentamiento entre izquierda y derecha, sino entre los de arriba (los poderosos de siempre, que controlan el poder económico, político y mediático y lo ponen a su disposición) y los de abajo (los parias también de siempre, reducidos a meros consumidores y a la condición de mercancía, sin poder alguno).
Ante esta situación ¿qué hace el partido Socialista Obrero Español? Nada, quedarse quieto, si acaso algunos cambios cosméticos, pero nada en profundidad. Así, es habitual escuchar los mismos discursos autolaudatorios de sus dirigentes, que se atribuyen todo el mérito de las mejoras que hubo en España, mientra cargan sobre los demás todos los males. Pero no hace los cambios que las actuales circunstancias exigen: un giro a la izquierda en su política, que transmita un mensaje claro a la sociedad de que es capaz de liderar la alternativa al neoliberalismo que se demanda, y una democratización interna que, dando más protagonismo a sus militantes, se convierta en el foco regenerador de la democracia en este país. Ambos cambios están íntimamente relacionados, pues difícilmente se puede hacer una política de izquierdas si ésta no está protagonizada por los militantes, los ciudadanos, el pueblo.
Que las cosas son así es fácil de verificar a poco que observemos lo que pasa con las Casas del Pueblo. Concebidas éstas como lugares de encuentro y debate para los militantes, donde estos hacen uso de la única herramienta de que disponen: la palabra para hablar y escuchar y ser escuchados, resulta que están vacías. Estas Casas del Pueblo, donde los militantes aprendemos qué es la democracia, qué es el socialismo, cómo es la realidad,  cómo debe ser, qué políticas hay que hacer para cambiarla, etcétera, están inutilizadas.
Sin embargo, no nos faltan referencias para orientarnos sobre lo que hay que hacer. Contamos con una experiencia más que centenaria de luchas, de fracasos, de éxitos, de errores, de aciertos, de sufrimiento y de hasta heroicidad, pero sólo se hace referencia a ella para justificar las políticas actuales. También contamos con mensajes claros y actuales sobre cómo hay que ejercer la política. Pongo como ejemplo dos frases del actual Secretario General, Pedro Sánchez:
“La política democrática es hablar y escuchar, proponer y recibir propuestas, convencer y ser convencidos, criticar y recibir críticas. Eso cada día, no cada cuatro años” y “La política es bidireccional. Debemos practicarla hablando y escuchando, escuchando y respondiendo, en un diálogo permanente. La finalidad no es simplemente dirigir, sino conocer, conectar, atraer, influir, recabar y convencer”.

¿Creéis que se está practicando esta política’ La respuesta, como quedó dicho más arriba, es no.

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