lunes, 23 de marzo de 2015

Maquiavelismo político


Estamos asistiendo estos días a un recital de maquiavelismo político en la figura de la lideresa, Esperanza Aguirre. Presentándose como abanderada del liberalismo, no es más que una discípula aventajada de Maquiavelo. Pero no es la única.; son muchos los políticos españoles que actualmente siguen los consejos que el pensador florentino daba hace cinco siglos a los príncipes; es inexplicable si no el hecho de que, para hacerse con el poder o mantenerlo, prescindan de los valores morales más elementales, recurriendo a la mentira con la mayor desfachatez cuando así lo requieren las circunstancias.
Justificaba Maquiavelo tal actitud de los políticos en la negativa percepción que tenía de la naturaleza humana. Las pasiones humanas, decía, arrastran a los hombres hacia el mal, siendo ese comportamiento una constante a lo largo de la historia. De ahí deducía que los príncipes (los políticos) no podían hacer de profesión de buenos entre tantos malos, porque estarían condenados al fracaso. Eso sí, recomendaba poner buen cuidado en “colorear bien las cosas y ser un gran simulador o disimulador, pues la política es el juego de las apariencias”.
Ciertamente, si Maquiavelo tuviese razón en sus planteamientos, estaríamos en el peor de los escenarios, pero es evidente que estaba equivocado. Una prueba de ello es la deriva que está tomando la política española: es el comportamiento maquiavélico de muchos de sus políticos lo que está produciendo una atmósfera de corrupción inasumible que es preciso cortar de raíz. Para ello contamos con otra versión de la política más optimista. Es la que tenían sus contemporáneos, Erasmo de Roterdam, Tomás Moro y demás humanistas del Renacimiento. Para ellos, las virtudes debían ocupar un lugar central en la vida pública, siendo la honradez la mejor política. 


                                                              Gijón, 23-3-2015 

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