viernes, 6 de marzo de 2015

La filosofía de Bergson. La fenomenología


Bergson, que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, nació, vivió y murió en Francia y fue uno de los filósofos más importantes de su época. Dedicó su pensamiento a hacer frente a la hegemonía que, para explicar el mundo, había logrado la ciencia (el positivismo). Para ello se apoyó en el espiritualismo, sobre todo de Boutroux, si bien se le debe considerar como un heterodoxo de esta corriente, pues, con la finalidad de entender plenamente la vida concreta de la conciencia, hace suyos los resultados de la ciencia y no minimiza la presencia del cuerpo y la existencia del universo material. Obsesionado con la vida, convirtió la conciencia en el tema recurrente de su obra, ya que es a través de ella como el hombre capta la vida y la dota de sentido. Es también por medio de la conciencia como Bergson explica la libertad del hombre.
El punto de partida de su pensamiento se dio cuando se percató de que el tiempo que manejaba la ciencia no se correspondía con el tiempo tal como se da en la conciencia (el espíritu humano). Aquél es espacial, exterior, reversible y se percibe como una sucesión de instantes, todos cualitativamente iguales. Éste se da en el espíritu y es por tanto interior; se percibe como una duración continua, una corriente fluida y permanente y es cualitativamente distinto (los instantes de la vida del hombre no tienen todos la misma importancia). Es decir, el tiempo para el hombre se va acumulando en su conciencia a modo de experiencia, de manera que el pasado se encuentra en el presente y ambos se proyectan hacia el futuro.
Del concepto de la duración del tiempo deduce la idea de la libertad humana, ya que ésta surge a partir de la experiencia acumulada y será tanto mayor cuanto más se corresponda con la auténtica conciencia del individuo, siendo menor en la medida en que el hombre se comporte influido por las costumbres del entorno en el que vive, es decir, en la medida en que esté influenciado por agentes externos a su conciencia.
Bergson cree que el hombre capta la realidad a través de la intuición, que resulta de la combinación del instinto (que penetra en las cosas) y la inteligencia (que las entiende y clasifica). Es por la intuición como el hombre se sumerge en el río de la vida y coincide por simpatía con el resto de los seres con los que comparte el mismo élan vital.
Para explicar el origen del universo y de la vida excluye tanto las teorías metafísicas tradicionales como las evolucionistas en sus dos versiones, la mecanicista (darwinista) y la finalista. Coincide más con la idea del organicismo social de Spencer (paralelismo entre un organismo vivo y la sociedad), en la medida en que ambos evolucionan de lo simple (la célula o la familia) a lo complejo (el cuerpo, la sociedad con sus instituciones). Para Bergson la evolución se explica por la acción permanente de lo que él llama élan (impulso) vital que se despliega siguiendo múltiples direcciones. Define, pues, la vida como una permanente novedad que crece sobre sí misma, como una evolución creadora o élan vital. Sobre la vida actúan permanentemente dos fuerzas que se oponen y contrarrestan. Una es ascendente y crea la vida (es el élan vital); la otra es descendente y la retarda o degrada hasta la muerte (es la materia).
La filosofía de Bergson tuvo gran influencia en las corrientes filosóficas posteriores, sobre todo en la fenomenología de Husserl, que a su vez sirvió de base para las filosofías del existencialismo (Heidegger, Sartre y Merleau-Ponty). Entre sus obras destacan La risa, La evolución creadora, Las dos fuentes de la moral y la religión, y Materia y memoria.
Precisamente en esta última Bergson explica la manera en que la conciencia o espíritu humano se relaciona con la materia o mundo. Encuentra que existen tres momentos que se combinan en este proceso: la memoria, el recuerdo y la percepción. La memoria es la conciencia y en ella se acumulan todas las experiencias o vivencias tenidas desde nuestra más tierna infancia hasta el momento presente. El recuerdo consiste en una selección de los datos concretos -entre los existentes en la conciencia- que demanda en cada momento el cuerpo humano (o cerebro) a fin de hacer frente a las situaciones concretas que se nos presentan en la vida diaria. Es la percepción que el cuerpo tiene de los objetos externos la que activa el recuerdo para que haga la selección y es el cuerpo el que transforma esos recuerdos en movimientos. A su vez, la experiencia del momento presente pasa, mediante la percepción, a formar parte de la conciencia con lo que ésta se incrementa según el criterio de la duración temporal. 
Comentar el siguiente texto de Habermas:
En nombre de la finitud, de la temporalidad, de la historicidad, la fenomenología de orientación ontológica acaba también desposeyendo a la razón de sus atributos clásicos. La conciencia trascendental ha de concretizarse en la práctica del mundo de la vida, ha de cobrar carne y sangre en las materializaciones históricas. Como ulteriores medios de encarnación o materialización, la fenomenología de orientación antropológica añade el cuerpo, la acción y el lenguaje. La gramática de los juegos del lenguaje de Wittgenstein, los plexos de tradición a los que Gadamer se refiere en términos de historia de influencias y efectos, las estructuras profundas de Lévi-Strauss, la totalidad social de los hegeliano-marxistas caracterizan otras tantas tentativas de devolver a sus contextos esa razón abstractamente endiosada y de situarla en los ámbitos de operación que le son propios.
En este texto, Habermas sintetiza la esencia del pensamiento fenomenológico, que se caracteriza por un rechazo a la tradición filosófica moderna que se fundaba en dos pilares básicos: el culto a la razón y el predominio del ser humano.
Después de las catástrofes que se abatieron sobre la humanidad con las dos guerras mundiales, un genocidio programado como una misión científica, dos deflagraciones atómicas y algunas revoluciones sangrientas, la célebre frase de Hegel: “Lo que es racional es real, y lo que es real es racional”, carecía totalmente de sentido. Consecuentemente, la filosofía huye de maximalismos tales como Idea, Perfección, Absoluto, Dios, razón, progreso, etc. para humanizarse y subjetivizarse en el ser humano concreto, con las cualidades propias que lo hacen único e insustituible. Desde esta perspectiva la filosofía explora nuevos caminos para encontrar la verdad.
Así, tenemos las filosofías de la existencia (Heidegger, Sartre, Merleau-Ponti), que definen al ser humano como un actor que vive sumergido en la angustia de sus situaciones y problemas particulares, que piensa biográficamente, que subjetiviza emocionalmente los acontecimientos, estando obligado a realizar su propio proyecto de vida, porque parte de la nada.
La filosofía de Wittgenstein, que determina que el conocimiento humano está comprendido dentro de los límites del lenguaje. La hermenéutica de Gadamer, que trata de encontrar sentido al desarrollo social y a las acciones humanas, pasadas o presentes, partiendo de la tradición en la que estamos inmersos, intentado interpretar los hechos, objeto de estudio, por medio de acercamientos sucesivos (interpretaciones sucesivas), en una perspectiva histórica.
El Estructuralismo de Levi-Strauss (o de Foucault, Deleuze, Derrida, Lacan, Althusser, etc.), que consiste en considerar cualquier realidad humana –ya sea una lengua, una obra de literatura, o un texto filosófico- como una totalidad estructurada y significativa, que se articula en relaciones estables y que está regida por leyes internas que regulan su funcionamiento, estando estas leyes en la estructura profunda que yace oculta bajo los hechos; tratándose, por tanto, de una realidad inconsciente.
La Escuela de Frankfurt que, inspirándose en la filosofía marxista, elabora la Teoría Crítica que trata de desenmascarar la razón instrumental, puesta al servicio de los intereses económicos y políticos dominantes, y sustituirla por la razón emancipadora que estará al servicio de la liberación del ser humano. Son filósofos destacados de esta Escuela Horkheimer, Adorno o Marcuse.
Finalmente, nos encontramos con el propio autor del texto comentado, Habermas, que es un digno continuador de la Escuela de Frankfurt, si bien le da un enfoque personal con la llamada ética discursiva, basada en el diálogo y el consenso dentro de una comunidad de seres racionales. Es la transposición de esta ética al ámbito de la política como da lugar a un sistema de democracia perfecta.
En definitiva, todas estas corrientes filosóficas tratan de una manera u otra de internarse en el mundo de la vida del que hablaba Husserl.
(Examen de Las corrientes actuales de la Filosofía I, en clave fenomenológica. UNED-Gijón, 12-2-2015)


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