Bergson, que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX, nació, vivió y murió en Francia y fue uno de los filósofos más importantes de su época. Dedicó su pensamiento a hacer frente a la hegemonía que, para explicar el mundo, había logrado la ciencia (el positivismo). Para ello se apoyó en el espiritualismo, sobre todo de Boutroux, si bien se le debe considerar como un heterodoxo de esta corriente, pues, con la finalidad de entender plenamente la vida concreta de la conciencia, hace suyos los resultados de la ciencia y no minimiza la presencia del cuerpo y la existencia del universo material. Obsesionado con la vida, convirtió la conciencia en el tema recurrente de su obra, ya que es a través de ella como el hombre capta la vida y la dota de sentido. Es también por medio de la conciencia como Bergson explica la libertad del hombre.
El punto de partida de su
pensamiento se dio cuando se percató de que el tiempo que manejaba la ciencia
no se correspondía con el tiempo tal como se da en la conciencia (el espíritu
humano). Aquél es espacial, exterior, reversible y se percibe como una sucesión
de instantes, todos cualitativamente iguales. Éste se da en el espíritu y es
por tanto interior; se percibe como una duración continua, una corriente fluida
y permanente y es cualitativamente distinto (los instantes de la vida del
hombre no tienen todos la misma importancia). Es decir, el tiempo para el
hombre se va acumulando en su conciencia a modo de experiencia, de manera que
el pasado se encuentra en el presente y ambos se proyectan hacia el futuro.
Del concepto de la duración del
tiempo deduce la idea de la libertad humana, ya que ésta surge a partir de la
experiencia acumulada y será tanto mayor cuanto más se corresponda con la
auténtica conciencia del individuo, siendo menor en la medida en que el hombre
se comporte influido por las costumbres del entorno en el que vive, es decir,
en la medida en que esté influenciado por agentes externos a su conciencia.
Bergson cree que el hombre capta
la realidad a través de la intuición, que resulta de la combinación del
instinto (que penetra en las cosas) y la inteligencia (que las entiende y
clasifica). Es por la intuición como el hombre se sumerge en el río de la vida
y coincide por simpatía con el resto de los seres con los que comparte el mismo
élan vital.
Para explicar el origen del
universo y de la vida excluye tanto las teorías metafísicas tradicionales como
las evolucionistas en sus dos versiones, la mecanicista (darwinista) y la
finalista. Coincide más con la idea del organicismo social de Spencer
(paralelismo entre un organismo vivo y la sociedad), en la medida en que ambos
evolucionan de lo simple (la célula o la familia) a lo complejo (el cuerpo, la
sociedad con sus instituciones). Para Bergson la evolución se explica por la
acción permanente de lo que él llama élan (impulso) vital que se despliega
siguiendo múltiples direcciones. Define, pues, la vida como una permanente
novedad que crece sobre sí misma, como una evolución creadora o élan vital. Sobre
la vida actúan permanentemente dos fuerzas que se oponen y contrarrestan. Una
es ascendente y crea la vida (es el élan vital); la otra es descendente y la
retarda o degrada hasta la muerte (es la materia).
La filosofía de Bergson tuvo
gran influencia en las corrientes filosóficas posteriores, sobre todo en la
fenomenología de Husserl, que a su vez sirvió de base para las filosofías del
existencialismo (Heidegger, Sartre y Merleau-Ponty). Entre sus obras destacan La risa, La evolución creadora, Las dos fuentes de la moral y la religión,
y Materia y memoria.
Precisamente en
esta última Bergson explica la manera en que la conciencia o espíritu humano se
relaciona con la materia o mundo. Encuentra que existen tres momentos que se
combinan en este proceso: la memoria, el recuerdo y la percepción. La memoria
es la conciencia y en ella se acumulan todas las experiencias o vivencias
tenidas desde nuestra más tierna infancia hasta el momento presente. El
recuerdo consiste en una selección de los datos concretos -entre los existentes
en la conciencia- que demanda en cada momento el cuerpo humano (o cerebro) a
fin de hacer frente a las situaciones concretas que se nos presentan en la vida
diaria. Es la percepción que el cuerpo tiene de los objetos externos la que activa
el recuerdo para que haga la selección y es el cuerpo el que transforma esos
recuerdos en movimientos. A su vez, la experiencia del momento presente pasa,
mediante la percepción, a formar parte de la conciencia con lo que ésta se
incrementa según el criterio de la duración temporal.
Comentar el siguiente texto
de Habermas:
En nombre de la
finitud, de la temporalidad, de la historicidad, la fenomenología de
orientación ontológica acaba también desposeyendo a la razón de sus atributos
clásicos. La conciencia trascendental ha de concretizarse en la práctica del
mundo de la vida, ha de cobrar carne y sangre en las materializaciones
históricas. Como ulteriores medios de encarnación o materialización, la
fenomenología de orientación antropológica añade el cuerpo, la acción y el
lenguaje. La gramática de los juegos del lenguaje de Wittgenstein, los plexos
de tradición a los que Gadamer se refiere en términos de historia de
influencias y efectos, las estructuras profundas de Lévi-Strauss, la totalidad
social de los hegeliano-marxistas caracterizan otras tantas tentativas de
devolver a sus contextos esa razón abstractamente endiosada y de situarla en
los ámbitos de operación que le son propios.
En este texto, Habermas
sintetiza la esencia del pensamiento fenomenológico, que se caracteriza por un
rechazo a la tradición filosófica moderna que se fundaba en dos pilares
básicos: el culto a la razón y el predominio del ser humano.
Después de las catástrofes que
se abatieron sobre la humanidad con las dos guerras mundiales, un genocidio
programado como una misión científica, dos deflagraciones atómicas y algunas
revoluciones sangrientas, la célebre frase de Hegel: “Lo que es racional es
real, y lo que es real es racional”, carecía totalmente de sentido. Consecuentemente,
la filosofía huye de maximalismos tales como Idea, Perfección, Absoluto, Dios,
razón, progreso, etc. para humanizarse y subjetivizarse en el ser humano
concreto, con las cualidades propias que lo hacen único e insustituible. Desde
esta perspectiva la filosofía explora nuevos caminos para encontrar la verdad.
Así, tenemos las filosofías de
la existencia (Heidegger, Sartre, Merleau-Ponti), que definen al ser humano
como un actor que vive sumergido en la angustia de sus situaciones y problemas
particulares, que piensa biográficamente, que subjetiviza emocionalmente los
acontecimientos, estando obligado a realizar su propio proyecto de vida, porque
parte de la nada.
La filosofía de Wittgenstein,
que determina que el conocimiento humano está comprendido dentro de los límites
del lenguaje. La hermenéutica de Gadamer, que trata de encontrar sentido al
desarrollo social y a las acciones humanas, pasadas o presentes, partiendo de
la tradición en la que estamos inmersos, intentado interpretar los hechos,
objeto de estudio, por medio de acercamientos sucesivos (interpretaciones
sucesivas), en una perspectiva histórica.
El Estructuralismo de
Levi-Strauss (o de Foucault, Deleuze, Derrida, Lacan, Althusser, etc.), que
consiste en considerar cualquier realidad humana –ya sea una lengua, una obra
de literatura, o un texto filosófico- como una totalidad estructurada y
significativa, que se articula en relaciones estables y que está regida por
leyes internas que regulan su funcionamiento, estando estas leyes en la
estructura profunda que yace oculta bajo los hechos; tratándose, por tanto, de
una realidad inconsciente.
Finalmente, nos encontramos con
el propio autor del texto comentado, Habermas, que es un digno continuador de la Escuela de Frankfurt, si
bien le da un enfoque personal con la llamada ética discursiva, basada en el
diálogo y el consenso dentro de una comunidad de seres racionales. Es la transposición
de esta ética al ámbito de la política como da lugar a un sistema de democracia
perfecta.
En definitiva,
todas estas corrientes filosóficas tratan de una manera u otra de internarse en
el mundo de la vida del que hablaba Husserl.
(Examen de Las corrientes actuales de la Filosofía
I , en clave fenomenológica. UNED-Gijón, 12-2-2015)
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