Es habitual que creyentes de la
religión católica hagan pública su fe, seguramente porque quieren hacer
participes a los demás de sus bondades. Este exhibicionismo no suele ocurrir
entre los no creyentes, quizá porque consideran que éste es un asunto privado y
no tienen por qué publicarlo. El caso es que, por uno u otro motivo, y a veces
sin él, salen a la palestra. Tal ocurrió a raíz del cruel atentado de la
revista ‘Charlie Hebdo’. Muchos se han solidarizado con el Papa al hacer
pública su protesta por considerar que la crítica (en este caso a las
religiones) no debe sobrepasar ciertos límites porque hieren sensibilidades.
Están en su derecho a protestar,
pero creo que son parciales en los juicios que hacen. No tienen en cuenta que
la historia de esta religión se caracteriza por su intolerancia y su
persecución a los que no compartían su fe. La tolerancia que disfrutamos
actualmente en occidente no ha sido gratuita. Es el resultado de siglos de
heroica y dramática lucha que costó la vida de muchos de nuestros antepasados.
En España mismo, los que nacimos en el anterior régimen sufrimos en nuestras
carnes la represión y la intolerancia religiosa. Pero todavía, a día de hoy,
esta misma Iglesia pretende extender sus creencias a todos en temas tales como
sexo, familia, educación, etcétera.
Creo que es en este contexto
donde debemos situar el análisis del ejercicio de la libertad de expresión que
practican algunos medios como la revista que nos ocupa, así como la
interpretación del coreado lema ‘Yo soy Charlie’. La lucha por las libertades
no se acaba nunca.
Gijón, 5-2-2015
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