domingo, 25 de enero de 2015

Intolerancia religiosa


“Si insulta a mi madre, puede esperar un puñetazo”. Esta fue la desafortunada expresión usada por el papa Francisco en referencia al brutal atentado contra la revista satírica ‘Charlie Hebdo’; y si bien condenó enérgicamente la matanza, esta frase culpabiliza de algún modo a sus periodistas por ejercer la libertad de expresión sin límites.
Que sus palabras fueron desafortunadas, es fácil de entender a poco que se considere que no es lo mismo agredir de palabra que de acción. Si respondiésemos a puñetazos cada vez que se meten con nuestra madre, pasaríamos la vida peleando, algo inconcebible en una sociedad medianamente civilizada. A Bergoglio le convendría ver la película ‘Relatos salvajes’ para que aprendiese la lección de cómo la naturaleza humana es capaz de introducirse en una espiral de violencia hasta el extremo de pasar de un simple insulto (meterse con la madre de uno, por ejemplo) a acabar matándose.
Pero detrás de estas desafortunadas palabras hay un mar de fondo bien conocido: el endémico problema que tienen las religiones monoteístas con la tolerancia. Podemos poner un ejemplo de actualidad: los intentos por parte del Gobierno turco y la Iglesia española de convertir, respectivamente, el museo de Santa Sofía en mezquita, y la mezquita de Córdoba en templo cristiano.
Algo parecido puede decirse del arzobispo de Oviedo, que respondió al ‘Yo soy Charlie’, coreado por millones de voces en solidaridad con la revista, con ‘Yo soy cristiano, solamente’. Aunque las expresiones son parecidas, el significado es diferente. En el primer caso se defiende la libertad de expresión y la tolerancia como valores básicos de la democracia y son, por tanto, derechos de todos. En el segundo se alude a un derecho particular (aunque no se entiende muy bien lo de ‘solamente’), respetable, sin duda, pero de naturaleza diferente. Es como decir, ‘yo soy ateo’ o ‘yo soy catalán’.


                                                        Gijón, 25-1-2015  

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