lunes, 13 de octubre de 2014

Prácticas clientelares


El enésimo escándalo de corrupción política nos azota de nuevo. Esta vez es aquí, en nuestra tierra, y tiene como protagonista a un líder sindicalista indiscutible e indiscutido que ejerció su poder omnímodo durante más de 30 años. Está acusado de haber ocultado a la Hacienda Pública 1,4 millones de euros.
El hecho de haberse acogido a la amnistía fiscal decretada por el gobierno en 2012, lo sitúa en el grupo de los grandes defraudadores que se caracterizan por su insolidaridad e incivismo. Es su condición de sindicalista (que le obliga a defender a los trabajadores precisamente de las agresiones de individuos como los citados defraudadores) lo que produce el escándalo. Está siendo investigado, además, porque hay sospechas de que esta fortuna fue adquirida de forma ilícita.
Dando por hecho que son los tribunales quienes han de juzgarlo, podemos, no obstante, hacer el correspondiente análisis político para sacar conclusiones. Estas parecen claras.
El origen de estos escándalos hay que buscarlo en la falta de control con que actúan estos líderes. La corrupción política surge como consecuencia de que las organizaciones, tanto sindicales como políticas (sindicatos y partidos) no supervisan convenientemente la actuación de sus dirigentes, lo que es aprovechado por estos para realizar prácticas clientelares, es decir, para rodearse de seguidores más o menos agradecidos, bien porque obtienen prebendas, bien porque les resulta cómodo.
En una palabra, habrá que buscar en la inhibición ciudadana de sus deberes políticos la causa de estas corruptelas y, en definitiva, la invalidación de la democracia.


                                                 Gijón, 13-10-2014 

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