miércoles, 17 de septiembre de 2014

La gran farsa


No sé si denominar gran farsa a la situación política española es exagerado, pero da la sensación de que todos estamos representando un papel que no nos corresponde, un papel equivocado. Por un lado están los políticos que se muestran incapaces de proponer soluciones válidas para la salida de la crisis. La explicación a tal impotencia puede estar en que siempre han dicho al pueblo lo que éste quiere oír, porque esa era la manera de conseguir votos que es en definitiva lo que les preocupa y mueve. Es decir, son víctimas de su propio engaño. Por otro lado está el pueblo, nosotros, que hasta ahora votábamos a los políticos en función de lo que queríamos oír, lo que nos convertía en cómplices necesarios del engaño.
Porque, ¿Qué era lo que queríamos oír? Mirando la historia reciente de España, podemos ver cuál fue su proceso evolutivo. En los últimos 40 o 50 años, hemos pasado de estar en la cola del mundo a ocupar posiciones de bienestar material próximas al primer mundo. Ello pasaba por entrar en la Unión Europea y aceptar los dogmas que imponía Bruselas para lograr el desarrollo económico. Normas que se reducían a dos fundamentalmente: la zanahoria del consumo (coches, pisos, viajes, etc.) y el palo de la productividad (individualismo, competitividad, etc.). Nadie previó, ni los políticos ni los ciudadanos, que funcionando sólo con esos móviles el batacazo estaba cantado.
Ahora nos encontramos con que nos faltan las perspectivas necesarias para resolver esta endiablada situación: la perspectiva de la política (somos incapaces de traducir nuestros problemas a lenguaje político) y la perspectiva democrática con sus valores y su filosofía de la vida. 


                                                          Gijón, 17-9-2014  

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