jueves, 21 de agosto de 2014

'Yes, we can'


Éste fue el eslogan político con el que el entonces aspirante a la presidencia de Estados Unidos, Barak Obama se presentó en la campaña electoral de 2008 y que le llevó finalmente a la Casa Blanca.
La primera consideración que se puede hacer para un análisis antropológico de esta frase es que se inscribe en el campo de la antropología lingüística. Pertenece al medio de comunicación más genuino, a la vez que exclusivo, de la especie humana: el lenguaje. Aparentemente, la frase no parece decir gran cosa: “¡Sí, podemos!”. Pero está dotada de un gran contenido simbólico, que surge del contexto en el que es empleada: la campaña electoral para la presidencia de EE UU.
El primer mensaje que salta a la vista es que, por primera vez en Estados Unidos de América, un hombre de color puede llegar a la Casa Blanca. Este país sufrió segregación racial de jure hasta la década de los 60 y, aunque a partir de la presidencia de Lyndon B. Johnson fueron anuladas las leyes discriminatorias, sigue habiendo, al menos de facto, discriminación hacia los negros, sobre todo en los estados del Sur. También la frase encierra la posibilidad de acabar con una de las etapas más negativas de Estados Unidos, la era de Bush junior, que, además de meter a su país en una desastrosa guerra en Irak, lo condujo a una grave crisis económica.
La frase representa un mensaje sencillo, asimilable, que va directo al corazón, pues despierta emociones de esperanza para lograr un mundo mejor. El uso de la primera persona del plural como sujeto transmite la idea de que, al fin, el pueblo va a alcanzar su soberanía. De hecho, traspasó las fronteras de Estados Unidos, tal es el hambre de paz que hay en el mundo. Prueba de ello es que se le haya concedido a Obama el premio Nobel de la Paz, sin ofrecer aparentemente más méritos que la esperanza que supone su presidencia.
Otra observación antropológica que se puede hacer a este eslogan es que pertenece al ámbito de la política y ésta, cuando se practica en un régimen democrático, se convierte en el medio más importante que tienen las sociedades para transformarse. Se pone aquí en evidencia el enfoque de la antropología conocido como ‘teoría de la práctica’, que reconoce que los individuos, dentro de una sociedad o cultura, influyen y transforman a través de sus acciones el mundo en el que viven.
Creo que el eslogan responde a los propósitos hasta aquí expuestos. Está en la línea del ‘otro mundo es posible’ de los antisistema. No obstante, hay que mostrarse escépticos sobre su capacidad real de transformación. La teoría del sistema mundial y economía política, desarrollada por antropólogos como Wolf y Mintz, nos alerta sobre el poder arrollador del sistema capitalista, que en su expansión imparable a caballo de la globalización, amenaza con establecer su pensamiento único.
También enfoques más recientes sobre cultura, historia y poder, que se apoyan en el trabajo de teóricos como Antonio Gramsci y Michel Foucault, desarrollan el concepto de hegemonía para referirse a un orden social estratificado en el que los subordinados acatan la dominación mediante la internización de los valores de sus gobernantes, aceptando como ‘natural’ la dominación.
Por otro lado, tanto Pierre Bourdieu como Foucault sostienen que es más fácil dominar a la gente en sus mentes que intentar controlar sus cuerpos. Las sociedades contemporáneas han inventado diversas formas de control social, además de la violencia física. Éstas incluyen técnicas de persuasión, coerción y dirección de la gente, y de motorizar y controlar sus creencias, comportamientos, movimientos y contactos.
Redundando en este sombrío panorama aparecen otros enfoques antropológicos no menos verosímiles, como el de Leslie White que ve en la captura de energía la principal medida y causa del avance cultural. Las culturas avanzan en proporción a la cantidad de energía atrapada por cápita al año. El referente de Estados Unidos no deja lugar a la duda con lo que aparenta ser nuestro trágico destino: avanzar a expensas de agotar el botín de la naturaleza.

                            Curso: 1º de filosofía de grado
                             Uned. Gijón


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