lunes, 4 de agosto de 2014

Vuelta al conflicto gibraltareño


El secular contencioso gibraltareño se parece al Guadiana: aparece y desaparece intermitentemente. La diferencia está en que en el caso del río las causas son naturales y en el de la colonia, políticas, es decir, originadas por los gobernantes. Los que tenemos determinada edad recordamos cómo Franco echaba mano del asunto cuando le convenía (el que esto subscribe se vio, en su ignorancia juvenil, en alguna manifestación gritando ¡Gibraltar, español!). A este Gobierno, acorralado por la crisis, la corrupción y las mentiras, resucitar el tema le viene de perlas. Nada distrae más, al tiempo que une, que los conflictos relacionados con las grandes palabras: Dios, Patria, bandera, honor,…
La historia está llena de ejemplos. Uno, reciente y paradigmático, fue la invasión argentina a las islas Malvinas en 1982. El gobierno de la dictadura militar, presidido en aquellos momentos por Galtieri, emprendió esta dramática acción para librarse del acoso al que era sometido por sus sanguinarias políticas. Otro curioso ejemplo fue el ideado por un insigne filósofo alemán. Leibniz concibió y presentó al rey francés Luis XIV el Plan Egipto, que consistía en que los ejércitos del rey Sol invadiesen las tierras del Nilo. Pretendía conseguir así un doble efecto beneficioso: la unidad de los estados europeos (por entonces a la greña) y la conversión de los infieles africanos a la fe cristiana. Afortunadamente, la propuesta, a la que su autor llamó “Plan para una nueva Guerra Santa”, no se llevó a cabo, a diferencia de las cruzadas de siglos anteriores.
Salvando las distancias, la maniobra gibraltareña persigue un objetivo similar: ocultar detrás de los grandes símbolos la dramática situación de miles de ciudadanos, víctimas de la incompetencia de unos gobernantes nefastos.


                                            Gijón, 23-8-2013

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