lunes, 4 de agosto de 2014

Esperanzas rotas


Hace poco más de dos años, sendos movimientos populares abrieron una esperanza en un mundo marcado por el desencanto y la frustración. Uno tuvo lugar en los países árabes y el otro se inició en España, propagándose a otros lugares de occidente. El primero se comparó con la primavera, pues apuntaba a un renacer de la democracia y el llamado 15-M, o de los indignados, se identificó con el otoño en alusión a sus pretensiones de revitalizar un sistema democrático que se había fosilizado. A día de hoy, el balance en ambos casos es de fracaso.
Causa dolor observar la dinámica que se está produciendo en el mundo árabe, caracterizada por la involución fundamentalista que es lo opuesto a la democracia. En España tampoco se ven síntomas de renovación, más bien de retroceso. La situación a la que se ven abocadas las mujeres, obligadas a peregrinar de nuevo a Europa en un futuro próximo para abortar, sirve de botón de muestra.
Se impone analizar las razones por las que ambos intentos resultaron fallidos. Creo que la explicación la dio Aristóteles hace muchos años, al afirmar que ningún sistema de gobierno resulta viable si los ciudadanos no interiorizan los valores morales y culturales correspondientes a ese sistema. Resulta obvio que tanto nuestro pasado histórico como el de los árabes supone una pesada losa que impide el renacer que ambos movimientos pretendieron.

                                                       Gijón, 5-9-2013


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