Está a punto de consumarse uno
de los actos más tristes y vergonzosos de la reciente historia de este país: el
juicio y posible condena a Baltasar Garzón. Este juez fue un faro que iluminó
con luz propia la democracia, no sólo de España sino del mundo, de tal manera
que se ha convertido en una esperanza y un referente para todas aquellas
personas que creen en el ideal de la justicia, que un mundo mejor es posible y
que los tiranos no son impunes. Las protestas y manifestaciones que se producen
aquí y más allá de nuestras fronteras lo corroboran. Son los herederos directos
del franquismo, responsable de la existencia, aún hoy, de decenas de miles de
españoles desaparecidos, los que le llevan al banquillo, precisamente por
querer lavar esa afrenta.
España no puede construir su
futuro sobre semejante ignominia. No se puede edificar la convivencia sobre una
monumental mentira, la que impuso el anterior régimen y que aún perdura en
amplios sectores de la sociedad. Las leyes que se esgrimen para condenar al
juez son interpretables, tal como manifiestan prestigiosos juristas. En todo
caso, las leyes las elabora el pueblo por medio de sus legítimos
representantes. Que haya leyes que condenen a Garzón es una clara señal de que
España aún está lejos de ser una democracia homologada.
Gijón, 14-4-2010
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