jueves, 14 de agosto de 2014

Tragedias


Los españoles hemos vivido en un breve espacio de tiempo tres tragedias que nos han conmocionado: el hundimiento del Prestige, la caída del avión Yacólev 42, lleno de militares y el choque de trenes en Chinchilla (para muchos hubo una cuarta tragedia, que, a pesar de haber afectado a un país distinto del nuestro, hemos asumido como propia: la guerra de Irak).
Una pregunta que se hace pertinente al respecto (se ha hecho ya) es si hay alguna relación entre estos hechos o son mero producto del azar. La respuesta varía, como siempre, en función de la ubicación política, derecha o izquierda, del que la emita (la percepción de la realidad entre unos y otros es distinta). Para los primeros la explicación es la misma: errores humanos imprevisibles. Para los segundos hay una causa común: una mala política.
No es éste el lugar (por lo limitado del espacio) ni yo la persona indicada (por carecer de información precisa) para hacer un análisis exhaustivo del tema, por más que resulte del máximo interés, pero sí quiero hacer unas breves reflexiones sobre la muerte de los 62 militares del accidente aéreo.
España tiene desplazadas fuerzas del ejército en Afganistán, los Balcanes e Irak. Las razones con las que se justifica este hecho no pueden ser mejores: ayuda humanitaria. Sin embargo, llama la atención que estos tres países han sido víctimas de guerras llevadas a cabo por ejércitos del primer mundo en las que España fue cómplice. Las preguntas obvias que hay que hacerse son: ¿Cuántos miles de millones de euros supuso la destrucción masiva de estos países (sin entrar a valorar las víctimas y el sufrimiento humano)? ¿Cuántos miles de millones supone la reconstrucción? ¿Cuántos millones cuesta el desplazamiento de los militares? Desconozco la cifra, pero me la imagino astronómica. Finalmente, ¿no hay una manera más racional, humana y civilizada de ayudar a esos pueblos que ésta, a todas luces disparatada? La respuesta que damos muchos ciudadanos a esta última pregunta es que sí. Somos los que salimos a la calle a gritar: ¡Otro mundo es posible!

                                                                        Gijón, 15-6-2003


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