En estos días
estamos asistiendo a una profusa divulgación de opiniones en los medios sobre
el resultado de las últimas elecciones. A modo de muestra selecciono dos
párrafos publicados sobre el tema en este mismo periódico: “Como ya había
pronosticado, todos (se refiere a los políticos) se felicitaron con gran
entusiasmo por los resultados electorales de sus formaciones políticas. ¡Qué
ingenuos son los políticos! ¿Creerán que nos van a convencer de sus seudo
éxitos respectivos?” (6-6-2003).
Un motivo que
explicaría el éxito electoral contra pronóstico del PP “...es que vivimos en una
época llena de sujetos alineados, enajenados, no por el trabajo, sino
precisamente por el tiempo. Existen masas ingentes desmemoriadas, que han
perdido el sentido histórico del pasado y para las que el futuro ya no es
utopía ni es nada. Poblaciones enteras que consumen hamburguesas y para quienes
no faltan ofertas especiales con las que encadenar unos presentes irrelevantes
con otros” (31-5-2003).
¿En qué
quedamos, es el pueblo sabio y no se deja engañar por los políticos, o, por el
contrario, está enajenado y vota sin criterio? Con estas dos opiniones
contradictorias (hay cientos) quiero poner en evidencia un grave problema que,
en mi opinión, es imperioso afrontar: en la era de la información, la
dispersión de ésta y su volatilidad son tales que dejan a la mayoría de los
ciudadanos desinformados.
Los partidos
políticos y la sociedad en general deberían poner en marcha sistemas eficaces
de información y formación política y cultural a fin de facilitar la
participación de los ciudadanos en la vida pública y procurar la recuperación
de la memoria histórica, única manera de que sean, seamos, los ciudadanos los
verdaderos protagonistas de la misma.
Gijón, 6-6-2003
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