jueves, 14 de agosto de 2014

Corrupción política


Con la llegada del 25-M muchos ciudadanos creímos que, al fin, íbamos a sentirnos aliviados de la pesadilla que suponen las campañas electorales, en donde los políticos, en general, exhiben sin pudor sus peores maneras. Sin embargo, esta vez vemos con horror que el asunto no se detiene y, con motivo del escándalo político de la comunidad de Madrid, el bronco enfrentamiento se encona sin fin.
Este problema que hemos asumido como una molestia más que nos imponen los tiempos tiene más calado del que parece. Produce una pérdida de confianza en la política como medio para resolver los problemas de forma colectiva y acentúa el individualismo y el darwinismo social que nos caracteriza.
Todos criticamos a los políticos, pero no caemos en la cuenta de que son el reflejo de la sociedad en la que vivimos. Se puede decir aquello de que tenemos los políticos que nos merecemos. Por eso conviene, en este caso, sustituir la crítica por la autocrítica. Quizá, entonces, reparemos en que son el producto más elaborado de lo que se llama el centro político, que es, como se sabe, el espacio donde se sitúan la gran mayoría de los ciudadanos pertenecientes a la clase media, más o menos acomodada y cuya máxima preocupación es mantener lo mucho o lo poco que tienen y, a poder ser, acrecentarlo (el economista John Kenneth Galbraith describe magistralmente este colectivo en su libro “La cultura de la satisfacción). Pero existe el sentimiento de que eso es bueno. ¿Dónde está, pues, el fallo? En mi opinión el fallo está en que tomamos mal la referencia política. Ésta no debe ser el centro moderado, políticamente correcto y desideologizado, sino que la referencia ha de ser la democracia como modelo utópico de convivencia. La actitud entonces no pasa por desentenderse de la política, sino, todo lo contrario, supone un compromiso radical con ella, desde el convencimiento de que solamente a través de la política podremos alcanzar un mundo en el que impere la justicia social y, por tanto, la paz.


                                                                            Gijón, 20-6-2003

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