He aquí una
siniestra palabra, tristemente de moda, el terrorismo. Pero, no es acerca de la
realidad objetiva que encierra de lo que quiero opinar aquí (para eso están los
telediarios y demás medios que nos lo meten hasta en la sopa), sino de otra
realidad añadida: la cínica y descabellada manipulación que se hace del mismo.
Su interesada
utilización política apenas se oculta. La realiza la Administración de
Bush a nivel global (recordemos: eje del mal, libertad duradera, justicia
infinita, etcétera) y el Gobierno de Aznar y su partido a nivel nacional. Los
réditos electorales para ambos son evidentes, pero el precio que se paga es muy
alto: no sólo no se acaba con el terrorismo, sino que destruye las bases de la
convivencia democrática.
En España la
disparatada dinámica de ‘conmigo o con el terrorismo’ (con Bush o con Sadam,
con Aznar o con ETA) nos ha llevado a una situación insostenible: la
ilegalización de un partido político (la antigua HB) y la demonización de otro
(PNV) como sospechoso de connivencia con terrorismo. Pero no acaba aquí esta
locura descalificadora. La oposición se convirtió en una peligrosa coalición
social-comunista; los partidos nacionalistas son sospechosos de secesionismo;
de los parados se dice que son vagos; los emigrantes se identifican como
delincuentes; los manifestantes, ruidosos alborotadores, los gay tienen
costumbres licenciosas... la lista se hace interminable.
Todo esto se
parece cada vez más a un pasado siniestro: el del ‘centinela de Occidente’.
Efectivamente, Franco fue un maestro consumado de la manipulación interesada de
la política. La diferencia es que su valedor de entonces no fue el terrorismo,
sino el comunismo.
Ante tamaños
despropósitos ¿qué hace la oposición?
Buena pregunta.
Gijón, 5-8-2003
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