Hace tiempo que se conocen las
causas que originan los terremotos. Simplificando, se trata de placas
terrestres que tienden a deslizarse en sentidos opuestos. Con el tiempo van
acumulando tensión, hasta que en un momento dado producen un movimiento brusco,
el terremoto. También se sabe los lugares de la Tierra donde ocurren estos
fenómenos; son las llamadas zonas sísmicas. Por eso es conveniente reforzar las
construcciones en esas zonas para evitar o mitigar la catástrofe. Así lo hacen
los países ricos, como Japón, por ejemplo. En los países pobres, precisamente
porque carecen de recursos, no se toman esas precauciones, produciéndose
ocasionalmente tragedias que nos conmocionan como la reciente de Haití.
La cosa no tiene más misterio,
de ahí que no tenga sentido meter a los dioses en este asunto. Las polémicas
religiosas al respecto son, por tanto, estériles. La responsabilidad de evitar
estas tragedias recae exclusivamente sobre los humanos y las medidas a tomar
pasan por la política, la denostada y desprestigiada política. Nos puede gustar
más o menos, pero es lo que hay.
Gijón, 22-1-2010
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