(Comentario sobre una obra
emblemática del arte posmoderno: ‘Terminal’ (1977) de Richard Serra. Puede
considerarse una muestra del posminimalismo).
Cuando Richard Serra eligió la
ciudad alemana de Bochum para colocar en el mismo centro su obra ‘Terminal’, no
buscaba precisamente un espacio idílico o placentero donde situar una escultura
que evocara paz y armonía espiritual. Todo lo contrario, tuvo muy en cuenta la
situación de la ciudad en uno de los enclaves más industriales de Alemania, el distrito
de la industria del acero del Ruhr, sumido en graves conflictos laborales. Las
dimensiones de la obra, cuatro planchas trapezoidales idénticas de acero
Cor-Ten, de cuarenta y un pies de altura, no buscaban identificarse con los
edificios del entorno, a modo de adorno complementario, sino provocar
conflicto, llamar la atención del paseante, interpelarlo para despertar su
espíritu crítico. Y forzosamente tenía que ser así, al colocar el monumento en
un lugar de intenso tráfico urbano; “los coches no se topan con él solo por un
pie y medio”, en palabras del propio Serra.
Con todos estos ingredientes, la
reacción del público no se hizo esperar: graffitis que identificaban la obra
como un water o advirtiendo de la presencia de ratas, cartas a los directores
de los periódicos locales protestando por lo feo y antiestético de la obra,
etcétera. La polémica tomó tal cariz que se convirtió en objeto de batalla
política en la disputa electoral entre los partidos de la democracia cristiana,
partidario de quitar la escultura, y los socialdemócratas, firmes defensores de
la misma.
Conviene destacar los términos
en que expresaba sus argumentos el partido de la derecha alemana, porque
refleja de manera inequívoca la reacción del sistema actual ante el fenómeno
del arte posmoderno.
Niegan, en primer lugar, el
valor simbólico de la obra que pretendía identificarse con la zona carbonera y
acerera del Ruhr, porque, argumentan, “esta escultura carece de las cualidades
esenciales que permitirían que funcionase realmente como un símbolo. El acero
es un material especial cuya producción requiere gran habilidad y preparación
tanto profesional como técnica. Virtualmente, este material tiene posibilidades
ilimitadas para el tratamiento diferenciado, tanto de los objetos más pequeños
como de los más grandes, tanto de las formas más simples como de los más
expresivos y artísticos. Creemos que esta escultura no expresa nada de esto, ya
que parece una viga torpe y medio acabada. Ningún trabajador del acero la
reconocería positivamente y con orgullo”.
Dejando de lado la hipocresía de
los demócrata-cristianos al pretender representar los intereses de los
trabajadores del acero, en un momento en que éstos estaban sufriendo la
política brutal de este partido, lo que interesa destacar aquí es que se
apelara a que el arte público debe dotar a los trabajadores de símbolos a los
que referirse con orgullo y con los que identificarse positivamente.
El tratamiento que se atribuye
al acero, expresado más arriba por el CDU es correcto, pero la lectura que hay
que hacer en este caso es que ese tratamiento lo que hace es enmascarar el
acero hasta llegar a ser irreconocible por quienes lo producen. La obra de
Serra rechaza de plano encarnar este simbolismo implícitamente autoritario. Por
el contrario, Serra presenta a los obreros del acero el producto mismo de su
trabajo alienado, sin enmascararlo con ningún simbolismo. Si ‘Terminal’ repele
a los obreros y se burlan de ella, es porque han sido ya alienados de su
trabajo. Aunque produjeran las planchas con que está hecho u otras similares,
nunca las han poseído. Los trabajadores no tienen por tanto ninguna razón para
enorgullecerse o identificarse con ningún producto del acero. Al pedir al
artista que diera a los obreros un símbolo positivo, la democracia-cristiana le
estaba pidiendo realmente que creara una forma simbólica de consumo, ya que el
CDU en ningún caso desea pensar en el obrero como tal, sino como un consumidor.
Sin duda Serra pensaba en Marx,
que había dejado dicho: “A todo capitalista, la masa total de los trabajadores,
exceptuando los suyos propios, no se le aparecen como trabajadores sino como
consumidores, poseedores de valores de cambio (salarios), dinero que
intercambian por los bienes que él vende”.
Curso: 1º de filosofía de grado
Uned. Gijón
No hay comentarios:
Publicar un comentario