viernes, 8 de agosto de 2014

Tergiversan


Para explicar la realidad se pueden seguir dos caminos. Uno, conocerla, lo que supone esfuerzo, dedicación y tiempo; otro, inventarla, algo que está al alcance de cualquiera, pues solo basta tener imaginación. Ni qué decir tiene lo disparatado de esta segunda vía.
Esto último es lo que hace la señora Martínez en su carta “Política y memoria”, en la que da su versión particular e imaginativa de la realidad relacionada con la ley de la Memoria Histórica. Afirma que la Iglesia católica durante la guerra civil fue una víctima, lo que es cierto, pero omite que también fue verdugo al justificar y apoyar activamente desde el primer momento la sublevación militar contra el régimen legal y democrático de la Republica, lo que originó tres años de cruel guerra y otros 36  de férrea dictadura. Precisamente, ese régimen represor (y en versión de muchos historiadores genocida en los primeros años) se denominó nacional-católico porque se inspiraba en la doctrina oficial de la Iglesia católica, que monopolizó durante ese tiempo la educación de los españoles.
Cita al “historiador” Luís Suárez para tergiversar el significado de la Memoria Histórica, pero cualquier persona bien informada sabe que este señor pertenece al grupo de los llamados ‘revisionistas’ que se caracterizan por ser ante todo propagandistas del anterior régimen, como quedó patente cuando en recientes declaraciones afirmó que el Valle de los Caídos, el mausoleo que el dictador se dio a sí mismo y a José Antonio Primo de Rivera, era el monumento de la reconciliación de los españoles. ¿Cabe mayor desfachatez?
La Memoria Histórica no sólo sirve para desactivar la monumental mentira que justificó al régimen de los vencedores y que, como se ve, perdura, sino también para devolver la dignidad debida a los perdedores de la contienda.


                                                                             Gijón, 10-12-2008

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