El señor García, que desde estas
páginas arremete cual cruzado un día sí y otro también al grito de “¡Santiago y
cierra España!” contra todos los infieles por no caer de hinojos ante la Verdad absoluta que
representa su fe, vuelve con su carta ‘¡Santísima, ahí tienes a tus hijos!’ a
repartir anatemas.
Esta vez es para minusvalorar la
anual ceremonia de la entrega de los premios Príncipe de Asturias,
acontecimiento que no se puede comparar en importancia, según él, con la
consagración de Asturias a la
Santina que hizo el arzobispo Osoro. Se ve que el señor
García encuentra el acto del teatro Campoamor demasiado laicista.
Después de calificar a los
actuales tiempos de “duros y extraños, en los que algunos ideólogos
anticristianos, desde posiciones políticas reaccionarias (¿serán los del PSOE?)
quieren cercenar el futuro de Asturias con ataques continuos a su fe, a su
historia y a sus sagradas tradiciones”, proclama lo que considera nuestra
idiosincrasia más auténtica: la asturianía. Se ve que este señor desconoce el
concepto de ‘ciudadanía’, una conquista histórica de la democracia que nos hace
a todos iguales en nuestras relaciones en el ámbito público.
Finalmente, atribuye a la actual
jerarquía eclesiástica la defensa de los derechos humanos y la lucha por los
más débiles, inocentes y necesitados.
Esta aseveración es igualmente
sorprendente si se tiene en cuenta la represión por parte de la actual
jerarquía católica de la teología de la liberación que, como se sabe, defendía
a los excluidos del sistema o la reciente condena del cardenal Rouco a la
experiencia pastoral de unos curas comprometidos con los más pobres en la
parroquia de Vallecas.

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