sábado, 9 de agosto de 2014

Sobre la fe y la razón


La ofensiva reaccionaria que padecemos presenta varios frentes, uno de ellos el religioso. La Iglesia católica trata de recuperar la influencia pública que tuvo en el pasado y para ello introduce un discurso erróneo: pretende hacer compatible su fe con la razón, pero basta hacer una simple reflexión para aclarar el malentendido.
La esencia de la doctrina católica consiste en creer que los seres humanos nacemos con una culpa heredada por la ofensa a Dios de nuestros primeros padres, Adán y Eva, culpa que nos hace merecedores del castigo eterno. Dios, en su inmensa misericordia, se apiada de nosotros y hace que su hijo se encarne, para lo que se vale de una virgen. Jesús, hijo de Dios y de María, después de predicar la verdadera doctrina, recibe la muerte de manos de los hombres, pero con su sacrificio nos redime de nuestros pecados y nos da la oportunidad de salvar nuestras almas si cumplimos los preceptos de la Iglesia.
Es evidente que a esta teoría se llega por la fe. La razón no sólo no entiende tal historia, sino que la rechaza. Nuestro sentido de la justicia impide castigar a los hijos por el delito de los padres, no concebimos castigos eternos y la misma idea de eternidad no resulta entendible.
La conclusión que se saca es que fe y razón nada tienen en común y haríamos bien en no confundirlas. Goya ya lo advirtió de manera gráfica: “El sueño de la razón produce monstruos”. Este aserto es fácilmente perceptible en la actualidad a poco que abramos los ojos y la historia está llena de muestras. Claro, que aquí también tienen su antídoto; no quieren mirar al pasado.
Dejemos la fe (el que la tenga) para la vida privada y utilicemos la razón -el conocimiento, la experiencia, la ciencia, la política- para nuestras relaciones públicas. En ese ámbito tendremos alguna posibilidad de entendernos.


                                                            Gijón, 13-11-2006 

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