sábado, 9 de agosto de 2014

Premios Príncipe de Asturias


Lo más llamativo, en mi opinión, de la ceremonia de la entrega de los Premios Príncipe de Asturias fue el alto componente ético de los discursos pronunciados tanto por los galardonados como por el mismo príncipe. Valores como la solidaridad, la paz o la justicia fueron tan reiteradamente mencionados como la necesidad de luchar para erradicar la pobreza, la enfermedad y la incultura del mundo.
Seguramente es por eso que uno percibe en estos casos el contraste entre lo mucho que hay que hacer para arreglar el mundo, que va mal, y lo poco que se hace. Porque lo que resulta obvio es que los problemas no se resuelven con discursos por muy necesarios que sean, sino con políticas adecuadas y, si reparamos en la política que se hace actualmente, vemos que ésta no puede ser más desastrosa.
Por citar sólo algún ejemplo en este sentido me referiré al artículo de Luis Felipe Capellín, que publicó este periódico el día 20 de octubre, titulado ‘Semana’, en alusión a la semana contra la pobreza, donde denunciaba una tremenda realidad: la política de la Administración Bush, practicada, no buscando la paz y la justicia del mundo, sino en clave de defensa de los intereses particulares de alguno de sus miembros.
Si nos fijamos en la política doméstica, nos encontramos con un panorama surrealista: la utilización por parte de un partido político con posibilidades de gobernar, y de medios de comunicación afines, de problemas tan graves como la inmigración, consecuencia de la pobreza, y de los terrorismos islamista o etarra con fines partidistas para alcanzar el poder.
A la vista de esto y de más ejemplos que se podrían poner, cabe hacerse una pregunta: ¿no estaremos utilizando este tipo de actos para transmitir una imagen falsa de lo que realmente somos?


                                                      Gijón, 21-10-2006 

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