Agradezco al señor Soto la
respuesta a una carta anterior mía sobre la boda real, porque me permite
precisar lo que quise decir. Parto de lo que compartimos usted y yo: nuestra
percepción de que unos pocos acaparan la riqueza del mundo, mientras la mayoría
queda excluida. Pero la realidad es aún mucho peor. El ser humano es, desde que
tenemos noticias, el mayor depredador de la Tierra. Eso es fácil
de verificar, no hay más que ponerse ante el televisor. Hago una aclaración
importante: los autores de las matanzas pertenecemos, en muchas ocasiones, al
llamado mundo civilizado.
¿Qué hay que hacer para
solucionar esto? Pues, efectivamente, plantear la pregunta que usted apunta:
“¿Cuál es la fórmula que permite el cambio?” Pero, para responder a esta
pregunta, hay que hacerla de verdad. No vale plantearla e ir a continuación a
ver los partidos de la
Eurocopa , pongo por caso, o evadirse con las mil maneras que
tenemos para ello. Si usted se hubiese hecho esa pregunta en serio ya tendría
la respuesta y no hubiera pronunciado su tremenda frase: “La vida es así, señor
Manso”. Además, habría interpretado mi carta de forma correcta.
No culpo a la monarquía española
de los males del mundo. Hablo de que es necesario cambiar, pero somos nosotros
los que tenemos que cambiar (su forma de pensar). Se precisa disponer, para
ello, de un agente para el cambio y ese no es otro que los partidos de
izquierda (para eso están). Y el paso de la monarquía a la república puede
simbolizar el cambio real.
De la II República
española, creo que está usted mal informado. Lo que dice de la Unión Soviética es
acertado, pero el fracaso del comunismo no justifica que desistamos de cambiar
la realidad.
Finalmente, la fórmula para
cambiar que usted demanda existe: aplicar la consigna de los ilustrados. “Atrévete
a saber”. Créame, si lo hiciéramos, cambiaríamos el mundo.
Gijón,
16 –06-2004
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