martes, 12 de agosto de 2014

Lo público y lo privado


En la vida de las personas hay que distinguir dos espacios bien diferenciados (por más que haya relación entre ellos): el público y el privado. A éste último pertenece el entorno más próximo (el afectivo, familiar, las creencias religiosas, los gustos, aficiones, etcétera). El otro atañe a las relaciones de carácter público, tales como las laborales, municipales, políticas en sus diversas variantes (enseñanza, impuestos, sanidad, etcétera).
¿A qué espacio pertenece el derecho al uso del bable (y, en general, los sentimientos identitarios)? Creo que depende de cómo se plantee ese derecho. Si se reclama a la Administración Pública que proporcione los medios para que todo aquél que lo desee lo aprenda y lo ejerza, estaremos en el ámbito de lo privado. Si lo que se demanda es la cooficialidad estaremos en el terreno de lo público, pues afectará en gran medida a todos (bablistas y no bablistas), tanto en lo económico (empleando para este fin porcentajes no pequeños de dinero público), como en lo personal  (funcionarios, opositores, etcétera,  que se verán obligados a usarlo, incluso contra su voluntad), así como las posibles derivas autonomistas, independentistas, etcétera.
Si bien en el primer caso el asunto atañe a los partidos políticos, en el segundo se convierte en un tema fundamental para ellos por su trascendencia, sobre el que tienen forzosamente que tomar posiciones. Afirmar que este no es un asunto de los partidos políticos es desconocer las reglas del juego sobre las que se basa la democracia.
Precisamente, en mi opinión, ése es el mayor problema que tenemos: el déficit de cultura democrática, imprescindible para la convivencia y que no tiene nada que ver con la cultura regionalista o localista, totalmente prescindible (desde el punto de vista señalado).



                                                                        Gijón, 22-6-2004

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