Una asidua lectora de este
diario irrumpe de vez en cuando en estas páginas en el terreno de la política
con bastante desacierto, en mi opinión. Tal es el caso de su carta, fechada el
6 de agosto, titulada ‘El peligro islámico’, en la que da una versión tan
tremendista como disparatada de lo que, para ella, es la invasión progresiva de
los islamistas en Europa para “imponer el califato en el mundo entero”, y,
consecuentemente, lamenta que les hayamos permitido entrar.
Llama, en primer lugar, la
atención la visión selectiva que tiene esta señora de la realidad, pues ve la
‘peligrosa’ invasión islamista en Europa (se refiere a la inmigración árabe) y
permanece ciega ante la invasión, a bombazo limpio, que varios países
occidentales hicieron en Irak. No sólo están muriendo allí decenas de miles de
iraquíes inocentes como consecuencia de ello, sino que, además, esa guerra
ilegal se hizo basándose en mentiras y con el malvado fin de apoderarse de su
petróleo, tan necesario para mantener nuestro privilegiado nivel de vida.
¿Acaso no leyó esta señora los
centenares de artículos que otros tantos intelectuales y expertos de todo tipo
escribieron en las vísperas de la guerra, en los que se nos advertía de las trágicas
consecuencias que se derivarían no sólo para los iraquíes, sino también para
nosotros mismos? ¿No vio los millones de manifestantes que invadieron las
calles entonces para impedir tamaña monstruosidad?
Finalmente, la ‘alianza entre
civilizaciones’ es una política alternativa a la locura en la que nos han
metido (y mantienen) políticos desaprensivos como Bush y Blair y en la medida
en que se desarrolle habrá alguna esperanza de lograr la paz en un futuro
lejano.
Gijón, 6-8-2005
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