Recuperada ya la calma, espero,
después de los recientes y, en tantos aspectos, desmesurados acontecimientos
vividos en Roma, e instalados en la objetividad y la razón de la que nunca
deberíamos apartarnos, quizá sea el momento de tratar de conocer el papel que
juega la Iglesia
católica en el mundo de hoy, haciendo preguntas tales como: ¿fue Juan Pablo II
fiel al Concilio Vaticano II?
Como se sabe, ese Concilio fue
convocado por Juan XXIII con el propósito de adaptar la Iglesia a la sociedad
moderna surgida en el siglo XVIII con la Ilustración y la Revolución Francesa.
A esta adaptación o entendimiento mutuo se llegaría a través del diálogo entre
las distintas religiones y entre la
Iglesia y la sociedad laica.
Pues bien, la respuesta que dan
muchos especialistas a la pregunta anterior es negativa. Este hecho es
fácilmente verificable en realidades tales como, por ejemplo, el enconado
enfrentamiento entre la jerarquía católica y el Gobierno o la mayoría en el
Parlamento español, o la incompatibilidad entre las posiciones enfrentadas de
la enseñanza religiosa y laica.
Este estado de cosas es consecuencia
de la actitud incoherente (desde el punto de vista del diálogo) de la Iglesia de mantenerse fiel a la teoría de que “no
hay salvación fuera de la
Iglesia ”. ¿Existe una forma mayor de exclusión? ¿Alguien cree
que hay posibilidad de diálogo partiendo de este tipo de verdades absolutas e
incuestionables? La sociedad moderna se caracteriza porque, en la búsqueda de
la verdad, se parte de la base de que nadie la tiene por entero. Dicho de otro
modo, hay que partir de la ignorancia socrática contenida en la máxima “sólo sé
que no sé nada” y no del dogma.
Gijón, 2-5-2005
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