Llaman la atención los
argumentos que algunos antiabortistas, generalmente varones, exponen para
impedir que una mujer embarazada decida por sí misma si tiene al hijo
concebido; porque ése es el objeto de la ley del aborto: conceder el derecho a
la mujer para que pueda elegir libremente ser madre o no. El que haya mujeres
que queden embarazadas sin proponérselo, es una realidad que fue, es y será.
Ignorar este hecho es un acto de hipocresía inaudito. Lo mismo que ignorar la
dramática situación que se le puede presentar a una mujer que, quedando
embarazada accidentalmente, se la obligue a tener al hijo no deseado. Es fácil
comprender que tal suceso puede acarrear la ruina de su vida. Esto es tan obvio
que huelgan explicaciones.
Pues bien, tal como decía al
principio, algunos antiabortistas le dan la vuelta a esta incuestionable
realidad y afirman con el mayor aplomo (carta ‘El aborto’ en este periódico con
fecha 3-7-10) que las razones que les llevan a oponerse a la ley del aborto es
impedir que la mujer embarazada accidentalmente sufra un trauma si decide no
tener al hijo no deseado. Es decir, el drama le sobreviene a la mujer que
decide por sí misma sobre su vida y no se somete a los preceptos de los
antiabortistas. Todo un alarde de cinismo.
Gijón, 3-7-2010
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