El que su periódico haya publicado dos veces, no sé
si por error o intencionadamente, (el 6 y el 9 de septiembre) la réplica que un
defensor del bable hizo a mis críticas sobre la actitud de los bablistas en
Asturias, creo que me da derecho a responder igualmente por duplicado. (No es
agradable ver por dos veces en su diario mi nombre asociado a epítetos tales
como intelectual pseudo-fascista, por más que yo esté en las antípodas de lo
que esos calificativos significan). Por eso aprovecho para decir aquí los
argumentos que, por motivos de la brevedad exigida por esta sección, no pude
decir en mi anterior respuesta.
Creo que es un lamentable error combatir la
globalización neoliberal (pues no sé si para ti, pero para mí de eso se trata),
tratando de recuperar las culturas autóctonas o locales, tales como la
asturiana, la gallega, la catalana, etcétera, sino que lo que hay que hacer es
oponer una alternativa política-económica-cultural seria, realista y eficaz.
Encontrar esa política es el reto al que se está enfrentando la izquierda hace
ya bastantes años, y, a juzgar por los resultados, con escaso éxito. Es ante
esa manifiesta incapacidad de las organizaciones políticas y sindicales para
encontrar respuestas por lo que surgen, a mediados de los noventa, los
movimientos antiglobalización, que, como sabrás son organizaciones de
ciudadanos que nada tienen que ver con los partidos políticos. Si bien estos
movimientos no pueden derrotar al neoliberalismo debido a su naturaleza
heterogénea y hasta enfrentada, sí están creando, como consecuencia de sus
multitudinarias manifestaciones, una conciencia crítica al sistema y han
originado un debate intelectual y político en los medios de comunicación que
está arrojando mucha luz sobre tan intrincado tema. Además, por segundo año
consecutivo, estos movimientos se han reunido en la ciudad brasileña de Porto
Alegre para llamar la atención sobre la política municipal que el actual
partido en el Gobierno de esa localidad, el Partido de los Trabajadores (PT)
está practicando, a fin de que sirva de referencia a los desorientados
políticos de la izquierda mundial. Se trata, fundamentalmente, de que los
ciudadanos elaboran el presupuesto municipal después de debatirlo por barrios.
El mensaje es, pues, claro: la respuesta a la globalización capitalista pasa
por que los ciudadanos asumamos la cultura de la democracia y lo que deben
hacer los partidos políticos y sindicatos es convertirse en instrumentos
adecuados para la formación de los ciudadanos a la vez que propician su
participación en la vida pública. Es ahí donde han fracasado los políticos y
los sindicalistas y es en eso en donde
tienen que rectificar.
Por otra parte hay que partir de la legalidad
vigente, que no es otra que esta democracia formal que tenemos. Esto significa
que, por muy poco que nos gusten los partidos políticos actuales y los
sindicatos (y hay motivos más que suficientes para que no nos gusten), lo que
hay que hacer es cambiarlos para que realicen la labor arriba indicada.
Como ves, no se trata de reivindicar la cultura
regionalista, sino la democrática. No son las lenguas locales o las costumbres
tradicionales lo que interesa (esto ocupa un lugar muy secundario), sino los
valores de la izquierda que, como dije en mi anterior carta, son
internacionales. Plantear otra cosa es engañar una vez más a los trabajadores
en particular y al pueblo en general.
Gijón, 9-9- 2002.
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