Contestaba yo
en mi última carta a otra anterior de Carmen que titulaba “Violencia”, y como
creo que son muy significativos los argumentos que expone (por ser compartidos
por gran número de personas), retomo el tema para tratar de explicar mis puntos
de vista, muy diferentes a los de ella.
Terminaba yo
mi anterior carta diciendo que era responsabilidad de los ciudadanos hacer
valer la democracia como única manera de conseguir la paz en el mundo y si ésta
no se está logrando es señal evidente que las democracias en las que vivimos no
funcionan. Es por ello imprescindible detectar los fallos para corregirlos.
El más
evidente es que, al ser la democracia una cultura, las personas son demócratas
en la medida en que adquieran esa cultura, y somos muchos, creo yo, los que
opinamos que ésta brilla por su ausencia. Dicho con otras palabras: la
democracia es la gran desconocida.
La democracia
es, también, una cuestión de ética. El verdadero demócrata ajusta su
comportamiento a los valores democráticos, aunque ello no le reporte beneficio
material o social alguno y por encima del escepticismo o la decepción que le
pueda producir el comportamiento de los demás.
Finalmente,
la democracia es una cuestión de fe en la medida en que se cree en ella. A este
respecto, doña Carmen, su frase “las guerras las promueven los políticos y las
masas de ciudadanos son empleadas según les convenga a ellos. Y eso ha sido
siempre así, desde tiempos inmemoriales” denota que no cree usted en la
democracia.
Sólo en la
medida en que creamos en la democracia, se podrá impedir que gobernantes
desaprensivos y mediocres hagan guerras como la de Irak, por ejemplo.
Gijón, 10-05-2004
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