Desde que llegó a esta región no
pierde la ocasión de provocar. Aprovecha la relevante tribuna que le
proporciona su cargo (que, por cierto, no es democrático ya que no ha sido
elegido por la ciudadanía), para divulgar su trasnochada ideología. Me refiero
al arzobispo de Oviedo. Así, utiliza la muerte de un destacado político,
situado en el extremo opuesto a su ideario -desde la Transición Carrillo
fue un firme defensor de la democracia-, para tergiversar la historia.
Porque, si hubo un personaje
inmisericorde durante la primera época de Carrillo, fue el dictador Franco que
contó con el apoyo incondicional de la Iglesia de este arzobispo. No podemos olvidar que
se presentaba como ‘caudillo por la gracia de Dios’ y la inmisericorde guerra
que provocó fue calificada de ‘Santa Cruzada’.
No sé si los mártires de Cristo,
pero sí que los mártires españoles, que fueron todos los que perecieron en los
dos bandos enfrentados (del bando de los perdedores aún quedan más de 100.000
muertos enterrados en las cunetas) y los que padecieron destierro, cárcel,
tortura, así como todos los que nacimos en el inmisericorde régimen que se
implantó durante 40 años, fueron producidos por los golpistas del 36, que, con
el pretexto de combatir al comunismo, destruyeron la frágil democracia de la
II República.
Las ofensas del arzobispo son
particularmente odiosas porque siendo la Iglesia católica española una institución privada
al servicio de los creyentes en su fe, está subvencionada por todos los
españoles, creyentes y no creyentes, siendo este hecho una reminiscencia (una
más entre muchas) del inmisericorde pasado al que me referí antes.
Gijón, 21-9-2012
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