miércoles, 13 de agosto de 2014

Razón y sentimientos


En carta publicada el 11 de septiembre un bablista replica a una mía anterior en la que hablaba de integrismos. Este señor emplea el bable en su escrito (no se si el oriental, el occidental o el macarrónico), pero aunque hubiese usado el castellano, creo que juega con las palabras, no argumenta. Hace una argumentación paralela a la mía, pero cambiando los conceptos. Donde yo me refiero a la razón, el conocimiento o la ciencia, él pone el sentimiento y a éste le da la categoría de derecho. Y es que no son lo mismo la razón, el sentimiento o la fe (aunque de esto no habla).
Mediante el conocimiento yo se, por ejemplo, que en el siglo XVIII los ilustrados europeos cambiaron radicalmente la sociedad en el sentido de que dejaron de explicar el mundo, el hombre, en clave de fe o revelación, para hacerlo en base a la razón, la ciencia y acordaron que la convivencia se estableciese en base a estos criterios. Establecieron el concepto de que todos los individuos somos ciudadanos, con los mismos derechos y deberes, todos iguales por tanto, y a eso le llamaron un derecho fundamental (recuérdese el término de igualdad de la Revolución Francesa). Mucho hubo que luchar en la historia para que este derecho fuese reconocido y aceptado como básico para la convivencia (aprovecho para decir que, aún hoy aceptado, no se ejerce). Ahora bien, no es lo mismo este concepto de ciudadano que el de asturiano, que es el que este bablista reivindica. Este último está vinculado al sentimiento. Uno se siente asturiano por haber nacido en Asturias, pero no tiene la categoría de derecho. Tiene, por tanto, la importancia que se le quiera dar, desde ninguna, que es la que yo le doy, hasta toda, que es la que le da este señor. Por eso digo que este sentimiento no puede establecerse como base para la convivencia y hay que relegarlo al ámbito de lo privado. 


                                                                Gijón, 12-10-2003

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