En carta
publicada el 11 de septiembre un bablista replica a una mía anterior en la que
hablaba de integrismos. Este señor emplea el bable en su escrito (no se si el
oriental, el occidental o el macarrónico), pero aunque hubiese usado el
castellano, creo que juega con las palabras, no argumenta. Hace una
argumentación paralela a la mía, pero cambiando los conceptos. Donde yo me
refiero a la razón, el conocimiento o la ciencia, él pone el sentimiento y a
éste le da la categoría de derecho. Y es que no son lo mismo la razón, el
sentimiento o la fe (aunque de esto no habla).
Mediante el
conocimiento yo se, por ejemplo, que en el siglo XVIII los ilustrados europeos
cambiaron radicalmente la sociedad en el sentido de que dejaron de explicar el
mundo, el hombre, en clave de fe o revelación, para hacerlo en base a la razón,
la ciencia y acordaron que la convivencia se estableciese en base a estos
criterios. Establecieron el concepto de que todos los individuos somos
ciudadanos, con los mismos derechos y deberes, todos iguales por tanto, y a eso
le llamaron un derecho fundamental (recuérdese el término de igualdad de la Revolución Francesa ).
Mucho hubo que luchar en la historia para que este derecho fuese reconocido y
aceptado como básico para la convivencia (aprovecho para decir que, aún hoy
aceptado, no se ejerce). Ahora bien, no es lo mismo este concepto de ciudadano
que el de asturiano, que es el que este bablista reivindica. Este último está
vinculado al sentimiento. Uno se siente asturiano por haber nacido en Asturias,
pero no tiene la categoría de derecho. Tiene, por tanto, la importancia que se
le quiera dar, desde ninguna, que es la que yo le doy, hasta toda, que es la
que le da este señor. Por eso digo que este sentimiento no puede establecerse
como base para la convivencia y hay que relegarlo al ámbito de lo privado.
Gijón, 12-10-2003
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