miércoles, 13 de agosto de 2014

Eventos religiosos


Produce cierta inquietud (al menos en los espíritus sensibles y demócratas) la ola de fervor religioso que nos invade a través de los medios comunicación y que se puso de manifiesto con motivo de la celebración en el Vaticano de varios eventos (25 aniversario del papado de Wojtyla, beatificación de la madre Teresa, sínodo de cardenales). El retorno al tenebroso pasado, no muy lejano, del nacional-catolicismo urge y hay que concienciar debidamente a los ciudadanos.
No percibo que haya resistencia social o política, al menos apreciable, al devenir de los tiempos. Sin embargo, debería preocuparnos. Y ello por dos razones de peso: la Iglesia Católica, como institución humana, siempre ha jugado un papel claro a favor de las fuerzas y las ideologías más conservadoras, (baste recordar el apoyo al régimen fascista del general Franco), e introduce criterios de fe en detrimento de la razón en la base de la convivencia humana, por lo que nos configura más como súbditos que como ciudadanos, (lo que permitirá, un mayor control por parte del poder establecido).
Se pueden citar numerosos ejemplos que confirman lo expuesto: la beatificación del marqués Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, de marcadas tendencias involucionistas, y la relevancia que adquiere en la Iglesia esta orden (¿secta?); la elevación a los altares de centenares de muertos del bando de los sublevados en nuestra guerra civil; el espaldarazo moral y político a regímenes implicados en asesinatos, torturas y desapariciones, como los de Pinochet, o Videla; la condena de la teología de la liberación, comprometida con los pobres; la discriminación de la mujer en la Iglesia; etcétera.
Todo ello debería hacernos pensar que estamos muy lejos de encontrar las verdaderas pautas de comportamiento, que en una democracia no pueden ser otras que las basadas en un concepto laico de la vida.


                                                                 Gijón, 20-10-2003 

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