viernes, 8 de agosto de 2014

¿Qué me pasa, doctor?


Existe la opinión, más o menos generalizada, de que la democracia es el único sistema conocido que permite corregir las milenarias injusticias del mundo. Pero, si esta idea es correcta, ¿cómo explicar que, en la época en la que la democracia está más extendida, tales injusticias no sólo no desaparecen sino que aumentan? La respuesta nos la dio Aristóteles hace nada menos que 2400 años, cuando afirmaba que era imprescindible que se educase a los ciudadanos en los valores que definen el sistema político en el que pretendían vivir, “Porque”, decía, “de nada sirven las leyes más útiles, aún ratificadas unánimemente por todo el cuerpo civil, si los ciudadanos no son entrenados y educados en el régimen, democráticamente si la legislación es democrática y oligárquicamente si es oligárquica”.
Por otra parte, son cuatro los cauces habituales de transmisión de esos valores a los ciudadanos: la familia, la escuela, los partidos políticos y los medios de comunicación. Una observación detallada permite descubrir que ninguno de estos agentes de transmisión difunde correctamente la educación democrática en la actualidad. De hecho, se produce lo que Marx descubrió hace 150 años, que la cultura imperante es la cultura de la clase dominante. Y ésta es, en los tiempos que corren, la que tiene el poder económico, es decir, los propietarios de las grandes multinacionales. Son ellos los que imponen en todo el mundo su cultura, que es la correspondiente al sistema neoliberal (por cierto, el mismo que nos llevó a la gran crisis que padecemos).
La cultura (y la ética) neoliberal nada tiene que ver con la cultura (y la ética) democrática. De ahí se deduce, si hacemos bueno el análisis ya mencionado de Aristóteles, el diagnóstico de la enfermedad que padecemos: las democracias actuales no funcionan porque nos falta la cultura correspondiente.
Conocido el origen del mal debería ser más fácil la aplicación del remedio.


                                                                    Gijón, 19-3-2009

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