viernes, 8 de agosto de 2014

Incoherencias


A menudo se encuentra uno con opiniones que resultan del todo incoherentes. Pongo, a modo de ejemplo, dos escritos publicados en este periódico con fecha 1 de abril.
La autora de la carta ‘Cristianismo y aborto’, que se declara católica practicante, justifica el apoyo de la Iglesia católica a Franco (responsable de centenares de miles de muertos) por “las matanzas de curas y monjas por el simple hecho de serlo durante la República”. También justifica los miles de muertos de la Inquisición porque “los romanos mataban, torturaban y hacían esclavos”. Es decir, en el primer caso está invocando la ley del ‘ojo por ojo’ que, como cualquiera sabe, no pertenece a la religión católica (¿le enseñan eso los curas?). Y en el segundo, aún peor, compara a la Iglesia, uno de cuyos mandamientos es ‘No matarás’, con los pueblos de la antigüedad que no contemplaban tal imperativo en su código moral (si admitimos este argumento, justificamos a todos los asesinos).
En el otro escrito, ‘El debate del aborto’, el autor, después de reconocer en el primer párrafo su incompetencia para opinar sobre el aborto (“Opinar sobre algo que no se ha vivido puede ser un brillante ejercicio dialéctico, pero también un atrevimiento despiadado”), se lanza en el resto del artículo al incoherente ejercicio de condenar los argumentos esgrimidos por los defensores de la reforma de la actual ley del aborto. En todo caso, omite las razones para quien, profano en la materia como él, deberían resultar más evidentes (siempre que esté liberado de prejuicios religiosos): que la actual ley del aborto es mala porque humilla a las mujeres que quieran abortar, ya que las obliga en la mayoría de los casos a mentir argumentando perjuicios psicológicos, pero que la otra alternativa que proponen los prohibicionistas es aún peor, porque perjudica a los de siempre, a los más pobres e indefensos. De todos es conocido que los ricos siempre abortaron con todas las garantías. Y que no hablen de escrúpulos religiosos, pues eso lo solucionan con una simple confesión.
P. D. Por favor, no confundan un feto con un niño….


                                                                     Gijón, 1-4-2009

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