Ignacio Sotelo en un buen
artículo publicado recientemente en la prensa nacional, titulado ‘Pensar por
uno mismo’, reflexiona sobre una de las experiencias históricas más importantes
vividas por el hombre: la
Ilustración.
Menciona la definición que sobre
la Ilustración
hizo Kant: es la salida de una minoría de edad culposa, y por minoría de edad
se entiende la incapacidad de usar la razón por uno mismo, plegándose a la
dirección de otro. Somos culpables porque aceptamos esa dependencia
voluntariamente. En cambio, ilustrado es el que piensa por sí mismo.
Se pregunta a su vez Sotelo
sobre si hoy, dos siglos después, hemos avanzado por el camino señalado y la
conclusión que saca es negativa. ¿Explicación? Pensar por uno mismo supone un
esfuerzo permanente, pues exige la formación de criterio y, además de no estar
valorado socialmente, es motivo, la mayoría de las veces, de conflictos con los
demás.
Dos son los enemigos de la
ilustración, según el autor del artículo: las iglesias y los Estados. Las
iglesias predican “el no razonéis, pues por ese camino no llegaréis a ninguna
parte, sino creed la palabra de Dios, tal como os la comunico”. Si bien Kant
concibió en su tiempo la esperanza de que el cristianismo evolucionase hacia
una religión ‘moral y racional’, la realidad frustró tal esperanza.
Respecto al Estado, éste resulta
imprescindible para que la libertad se apoye en el derecho y no degenere en
libertinaje, por lo que Estado e ilustración, aunque contradictorios, se
necesitan mutuamente.
Finalmente, Sotelo identifica el
verdadero progreso con la capacidad de los individuos para pensar por sí mismos
(ciudadanos ilustrados), pero se muestra pesimista. Comparto sus opiniones.
Gijón, 4-9-2005
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