Asistimos asombrados (los que
aún nos queda capacidad para ello) a la trifulca número tropecientosmil entre organizaciones,
tanto políticas como cívicas. En este caso se trata del enfrentamiento entre
varios sindicatos entre sí y el Gobierno del Principado con motivo de la
carrera profesional. La lista de este tipo de enfrentamientos y divisiones
resulta interminable. Cito, a modo de ejemplo, las desavenencias que se dan en
la propia coalición entre IU y Los Verdes con motivo a la ampliación del Musel,
la división interna en la propia IU o el PP asturiano, la ruptura en la Federación de
Asociaciones de Vecinos de Gijón, etcétera.
Si bien en un sistema
democrático como el nuestro el conflicto social y político debe estar presente
debido a que se parte de reconocer la realidad plural de la sociedad y a que no
se puede excluir a nadie, también es verdad que el objetivo primero de dicho
sistema es el entendimiento. Es decir, se trata de poner todos los medios por
parte de todos para superar el conflicto. El camino más correcto para lograrlo
es el diálogo. Y es ahí donde, en mi opinión, se está fallando. Carecemos de la
cultura del diálogo. Confundimos muchas veces el diálogo con el cotilleo. Éste
resulta fácil, el primero requiere un permanente esfuerzo, el que supone tratar
de entender al otro, y un compromiso con la cultura, imprescindible para
conocer la realidad en que vivimos.
Los ilustrados concibieron la
convivencia democrática sobre la base precisamente de ciudadanos ilustrados
(como lo eran ellos) y vinculaban el progreso a lograr sociedades cada vez más
cultas.
Gijón,
21-6-2009
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